Bruxismo, comportamiento que se acentuó durante el aislamiento social derivado de la pandemia por COVID-19

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El estrés es uno de los problemas de salud más generalizado en la sociedad, ya que es el resultado de la relación entre el individuo y los eventos de su medio. El estrés que se originó por la pandemia del COVID-19 ha conducido a desarrollar muchos problemas de salud general incluyendo ansiedad, depresión y problemas mentales, que pueden desencadenar bruxismo.

Este comportamiento se caracteriza por una serie de conductas orales y motoras, manifestándose con el rechinamiento de los dientes, que impacta directamente en la estructura dental, repercutiendo en la estética y calidad de vida de la persona que lo presenta.

Hipotéticamente el 80% de la población presenta, en algún momento de su vida, signos de este comportamiento, sin que pueda darse cuenta, ya que diversos factores como los trastornos del sueño, el hábito de fumar, el consumo de alcohol y drogas, enfermedades sistémicas y la ansiedad, tienen un rol importante en su inicio y persistencia, así como frecuencia y severidad.

Los principales factores que influyen en el bruxismo son patofisiológicos (química cerebral), genéticos y ambientales (herencia y estrés), psicológicos (ansiedad, desordenes de personalidad) y morfológicos (anatomía alterada craneofacial). Recientes reportes mencionan que su origen se debe a una alteración neurológica que actúa por cambios en el sistema nervioso central (SNC) donde se encuentran las estructuras encargadas de controlar o inhibir el movimiento muscular para un adecuado tono muscular., presentándose bruxismo diurno y/o nocturno. El bruxismo nocturno es resultado de microdespertares relacionados con neurorotrasmisores que alteran el ritmo cardíaco y del sueño. Mientras que el bruxismo diurno es resultado de señales eferentes del SNC que tienen relación con aspectos de herencia genética y psicológicos.

Recientemente el Consenso Internacional sobre la Evaluación de Bruxismo, lo clasifica para su diagnóstico bajo los siguientes principios, Posible Bruxismo: se basa en el autoreporte a través de la anamnesis y cuestionarios; Probable Bruxismo: es el autoreporte (percepción del paciente) más la inspección física con al menos dos signos/síntomas en el examen clínico; Bruxismo Definitivo: se debe contar con el autoreporte, el examen clínico y una grabación polisomnográfica o la electromiografía, según sea bruxismo nocturno o diurno, respectivamente.

Además, determina este comportamiento como una conducta inofensiva en personas sanas. Argumentando que la mayoría de los despertares del sueño (más del 80 %) terminan con episodios de actividad muscular masticatoria rítmica, expresando un papel protector de esta actividad, al provocar el aumento de la permeabilidad de vías respiratorias, deteniendo el despertar del sueño, así como la promoción de la salivación para prevenir la aparición de apnea y su consecuente desaturación de oxígeno.



Conducta, no trastorno


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Resultado de esto, es importante recalcar que la definición actual de bruxismo lo cataloga como una conducta y no como un trastorno. Significa que el bruxismo puede ocurrir de manera consciente o inconsciente, como morderse las uñas o los labios, o movimientos diurnos de las extremidades o tics. Estos movimientos diurnos se caracterizan por episodios breves de apretar y rechinar los dientes que duran aproximadamente 8 minutos cada 6 a 9 horas de sueño, ya que se ha observado, por medio de polisomnografía, que está presente en promedio de 1 a 4 episodios por hora en todas las personas; por lo que se considera una actividad muscular fisiológica. La definición actual ayuda a explicar que para algunos pacientes esta condición ocurre sin consecuencias y para otros tiene implicaciones severas en diferentes áreas de la salud.

Tomando en cuenta que los problemas de la articulación temporomandibular y las maloclusiones son desordenes a nivel bucal, el bruxismo pudiera presentar consecuencias de este comportamiento o acentuar las mismas de la patología presente, ocasionando pérdida de la estructura dental, sensibilidad dental, fracturas, dolor crónico, así como problemas de origen periodontal, como el aumento de la movilidad, dehiscencias (descubrimiento de raíz del diente) y pérdida ósea en dientes con el trauma localizado.

Por estas razones, el bruxismo debe ser tratado cuando la actividad muscular ha persistido durante un tiempo con alta frecuencia (más de cuatro episodios por hora) y este asociado a daño, es decir, cuando sobrepasa los mecanismos de defensa y está ocasionando alteraciones estructurales a los dientes o a la articulación temporomandibular, abordando los síntomas y resolviendo el origen de problema.



Bruxismo y pandemia


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En el año 2020, el rechinamiento dental presentó un aumento en el interés público y demanda a nivel mundial como respuesta a los distintos cambios que se generaron en las formas de comunicación, trabajo y estudio durante la pandemia.

La incapacidad para controlar emociones, cambios inesperados, problemas personales, acumulación de trabajo, aunado a la falta de contacto social, propició que la población pudiera experimentar niveles más elevados de estrés que predispuso en mayor medida a bruxar y manifestar los signos y síntomas de este comportamiento.

El aventar los dientes con la lengua, apretamiento mandibular y rechinamiento de las piezas dentales, provocando posteriormente el desgaste dental; dolor en músculos de la cara, así como cabeza, cuello, hombros, espalda y cansancio al despertar, representan las principales manifestaciones que la persona padece y las puede relacionar de primera instancia al cansancio rutinario o mayor estrés, ya que no está familiarizado con lo que puede desencadenar este hábito.

Por otro lado, una mala calidad del sueño durante el aislamiento social, fue otro factor de riesgo que desencadenó o aumentó la severidad del bruxismo que, debido a un mayor uso de redes sociales durante la pandemia, pudieron ocasionar la presencia de trastornos del sueño, factor importante en la regulación del comportamiento y las emociones, repercutiendo de manera directa en las personas que lo presentan.

En México, la Secretaría de Salud reportó en 2018 que un 60% de las personas adultas entre 30 y 59 años de edad presentan bruxismo; sin embargo, en población joven esta conducta era menos usual, ya que un menor número de pacientes en ese rango de edad manifestaban desgaste dental moderado o severo.

Es importante mencionar que el bruxismo aumenta ante la presencia de condiciones y trastornos que pueden estar presentes en la población adulta joven, como el Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad (TDAH), la epilepsia y el reflujo gastroesofágico, por lo que un diagnóstico precoz del bruxismo tendrá un menor impacto negativo sobre el sistema estomatognático y se pueden ofrecer alternativas de tratamiento menos invasivas a este grupo de pacientes vulnerables.

Recientemente se realizó un estudio en población joven del Instituto de Ciencias de la Salud, dónde nos pudimos dar cuenta que existe una gran cantidad de estudiantes de entre 18 y 24 años que percibieron síntomas de bruxismo y altos niveles de estrés que se acentuaron durante la pandemia. Si te interesa, el estudio completo lo encuentran en https://www.revistas.ucr.ac.cr/index.php/Odontos/article/view/50877/50669



Atención a jóvenes



Con base en los resultados obtenidos se determinó que la presencia de bruxismo en este grupo poblacional es alarmante, debido a que este comportamiento no era característico a esta edad y en jóvenes sin comorbilidades asociadas. Lo que exhorta a la renovación en la sistematización del manejo multidisciplinario para estudiantes universitarios, necesaria para reducir las secuelas del estrés que originó el aislamiento social y que ha llevado al aumento de pacientes bruxistas, ya que este comportamiento se desempeña como un predictor que aporta información adicional en el diagnóstico de enfermedad emocional entre estudiantes que han solicitado canalización psicológica, debido a su asociación con problemas psiquiátricos y neurológicos, trastornos del sueño y administración de medicamentos.

El aislamiento social tuvo un impacto amplio y puede ser duradero con consecuencias físicas y emocionales a largo plazo, que pueden manifestarse como un comportamiento inofensivo o incluso protector. Sin embargo, cuando se asocia a uno o más efectos nocivos para la salud en personas sanas, esta manifestación puede considerarse un factor de riesgo.

Anteriormente se consideraba que las afecciones bucales tenían poca influencia sobre el estado de salud general del individuo, gracias a diversos estudios actualmente sabemos que el bienestar bucal repercute tanto física como psicológicamente, contemplando factores relacionados con la calidad de vida del individuo que involucra realizar sus actividades cotidianas reflejando comodidad en aspectos físicos, emocionales y sociales.

Derivado de esto, la intervención en el factor psicosocial es el primer paso en el manejo del bruxismo, realizando cambios en el estilo de vida, así como alternativas que reduzcan el estrés como la hipnoterapia, la acupuntura, el yoga, la meditación o alguna actividad física, ya que esta es una entidad multifactorial y dinámica que pudiera tener repercusiones importantes en el sistema estomatognático, afectando además la percepción de la vida del individuo y su desarrollo pleno.




¿QUIÉN ES…?



Ana Josefina Monjarás Ávila es doctora en Ciencias Odontológicas por la Universidad Autónoma de San Luis Potosí. Actualmente es profesor investigador en la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo (UAEH), en el Instituto de Ciencias de la Salud. Sus líneas de investigación son en el área de los Biomateriales Dentales, así como diversos proyectos de Salud y Prevención Clínica de Patologías Bucodentales. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores y profesor con perfil deseable del Programa para el Desarrollo Profesional Docente, PRODEP.



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