#LánzateDeMovilidad

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Colaboración de la Dirección de Relaciones Internacionales e Intercambio Académico
Fotografía: Dirección de Relaciones Internacionales


Las y los alumnos que cursan algún programa educativo en la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo (UAEH) tienen la oportunidad de realizar movilidad educativa nacional o internacional. Esto es posible gracias a las gestiones de la institución y a las firmas de convenios con otras casas educativas que tiene el mismo o mayor posicionamiento en los ranking internacionales.

A continuación, Gaceta UAEH te comparte la experiencia de Daniel Quijano Trejo, Licenciatura en Comercio Exterior del Instituto de Ciencias Económico Administrativas (ICEA), quien realizó intercambio en la Universidad de Montpellier, Francia.



Movilidad internacional ante una nueva perspectiva

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Mi nombre es Daniel Quijano Trejo, soy estudiante de la Licenciatura en Comercio Exterior y para mí, escribir esto a finales de mi movilidad internacional, parece irreal.

Aún recuerdo el día en el que me preparaba para poder hacer realidad mis sueños, con miedo a la incertitud de los momentos que vendrían. Así, a finales del año 2019 comencé a cumplir mi primera meta en la vida tomando por primera vez un avión en Ciudad de México con destino a París, Francia.

Empezar un nuevo año en un país desconocido, con personas muy diferentes a las que estoy acostumbrado y muy lejos de mi familia y amigos, ya era el primer golpe que me decía que salí de mi zona de confort. Siempre dicen que es bueno salir de ella para poder conocer el mundo y afrontarse a la realidad… ¡Vaya manera de hacerlo!

Sin embargo, mi destino no sería París, sino una pequeña ciudad ubicada en la región de la Occitania, llamada Montpellier en el sureste del país.

Recuerdo siempre haber querido ser independiente, desear vivir solo, pero en la primera semana de mi estancia en esta ciudad parecía ya un infierno y el fin de mi vida: pasé momentos de tristeza por no tener a alguien a mi lado y mi propio deseo era el que me hacía sufrir lentamente.

Cómo olvidar las noches en las que en mi pequeña habitación sentía que ya era la peor experiencia, me preguntaba cuándo sería el momento en el que conocería a alguien que me ayudara a sobrellevar el proceso, porque siempre había estado alguien ahí para mí y esta vez no.



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Si vivir a kilómetros de distancia de donde están mis seres queridos ya era difícil, mi primera semana de clases lo hizo peor, el sistema educativo era muy diferente al que había estado acostumbrado toda mi vida.

Así fue por todo un mes hasta que comencé a conocer personas que mejoraron mi experiencia poco a poco.

Afortunadamente tuve la oportunidad de venir desde México con la pareja más adorable y amorosa que he conocido, Iris y Eduardo, ambos serían para mí, una segunda familia, siempre.

Los tuve cerca de mí y siempre hicieron lo mejor que pudieron por hacerme sentir bien. Diré que nunca antes me había conocido alguien tan bien y tan rápido como ellos.

A finales del mes de enero surgió la noticia de una nueva enfermedad que afectaba ya a diversos países, en esos días parecía algo muy lejano para mí; sin embargo, cuando ya comenzaba a disfrutar mi movilidad se anunció un confinamiento obligatorio a causa de esta enfermedad, para protegernos, proteger a los más vulnerables y poder seguir adelante. Fue así como de manera indefinida estuve aislado, los amigos que ya tenía comenzaron a regresar a sus países de procedencia, por lo cual, sería más pesado.

Fue así hasta finales de marzo, cuando comencé a ver regularmente a este grupo de estudiantes extranjeros que se reunían dentro de la misma residencia universitaria. Eventualmente salía con ellos a hablar, comer, jugar o solo pasar el tiempo juntos. Así pasaron uno a uno los días, yo estaba ya acostumbrado ya a verlos y sin darme cuenta ya estaban dentro de mi vida, me di cuenta de aquello cuando la primera persona de nuestro pequeño grupo tuvo que regresar a su país y yo ya sentía que me quitaban a un amigo.

Cuando el confinamiento terminó, me sentía triste porque pensaba que nuestros días como grupo ya terminarían pues éramos libres de salir, aunque no fue así, pues si bien no nos veíamos diario, nos organizábamos para realizar pequeñas reuniones y salidas.

Días después, una segunda y tercera persona debieron irse y regresar con sus familias a sus países. Recuerdo no haberme sentido triste cuando se fueron porque para mí era irreal, si no hasta cuando noté que ya no estaban ahí.

Mi regreso a México se aproximaba y en mi mente solo podía pensar en todos los momentos que habíamos pasado juntos, en la residencia, en otras ciudades y pueblos, en la playa y en Montpellier.



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Se seguía sintiendo algo imposible el poder irme y dejar todo atrás, hasta que el ultimo día llegó, no dormimos porque queríamos estar todos juntos hasta el último momento en el que me fuera de la ciudad. Entre lágrimas, risas, canto y discursos de despedida yo me daba cuenta que ellos no eran mis amigos sino ya una familia para mí, agradecía haber pasado el confinamiento con ellos, se veía como destino el habernos encontrado así en esta situación.

Diré que nunca había llorado tanto como cuando tomé mis maletas para salir de mi habitación, porque sabía que la extrañaría, cuando caminé así hasta la salida y me despedía de mis amigos porque sabía que no los vería diariamente y más aún cuando me di cuenta que pasarían años para volver a vernos.

Si me preguntaran en este o cualquier otro momento si me arrepiento de haber realizado esta movilidad internacional sabiendo todo lo que tuve que pasar (soledad en tiempos de pandemia), siempre diré que no me arrepiento de haber tenido el coraje de subir a ese avión y atrapar mis sueños conociendo a una nueva familia que siempre estará en mi corazón.

Ahora agradezco a mi familia por apoyarme, a todas y cada una de las personas que he conocido estos últimos seis meses y a mis amigos de México que a distancia me ayudaron a ver esta experiencia con una nueva perspectiva.

¡Gracias!