La Garza Lectora
Brújula para extraviarse de Yanira García

Por Danhia Montes
Círculo de Lectura Margarita Michelena
Colaboración de la División de Extensión de la Cultura
Fotografía: División de Extensión


Leer a Yanira García siempre supone una experiencia –a falta de calificativo más exacto y menos cliché– inesperada. Poco importa si el libro que tenemos en nuestras manos es el primero que leemos de la autora o si se trata de alguna relectura, cada texto nos revela la naturaleza de su poética personal: lo honesto.

Así ocurre en los más de cuarenta poemas que conforman su libro Brújula para extraviarse, publicado el año pasado con la editorial Camelot América –el título, dicho sea de paso, es apenas un atisbo de las paradojas que esperan en su interior–. Y es que, desde que iniciamos su lectura, la percepción se bifurca a raíz del tono intimista con el que está escrito.

Por un lado, según suceden las páginas, creemos ir conociendo y comunicándonos con el sujeto poético; sin embargo, por otro, tenemos la sensación –al mismo tiempo, que no de manera alternada– de estarnos convirtiendo en quien protagoniza esos poemas.



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En este sentido, cabe destacar uno de los puntos que Yanira García ha venido trabajando a lo largo su trayectoria literaria: el minucioso y exacto uso de los verbos. Ejemplo de lo anterior es “Great Expectations” en donde se lee: “Sitié mis perspectivas, /maticé la explosión de tantos proyectiles/ que abollaron mis muros. / Luché perdiendo el paso y con tristeza”, y en el que es claro cómo la semántica de los verbos utilizados dota de sentido al resto de las palabras: la fuerza en cada estrofa encuentra su cúspide en los mismos.

Continuando con el uso del lenguaje, en el libro, la autora nos va a conducir por dos vertientes que, aunque se contraponen, también se complementan: la emoción sugerida –lo connotativo– y aquellos sentimientos o pensamientos que son dichos de manera denotativa.

Concretamente se pueden mencionar la parte número tres de “Fantasma en el espejo” –“Morir/ se calcula en vacíos. / Lanzo una roca/ ausencia abajo/ y no la escucho tocar fondo”– y el poema “Nunca oyen lo que digo” –cuyo argumento resulta uno de los más contundentes en la antología–: “Soy absolutamente un punto. / No hay fonética en mí/ vivo por voluntad de frases y armonías/ que no diseño/ […] Como no hay solución/ solo escúchame/ vamos a suponer que existo”.

En ambos casos es notorio cómo los términos elegidos se corresponden con su significado literal, pero también cómo la metáfora se crea en tanto totalidad de lectura y aquello que Iser denomina espacio de indeterminación –y que requiere la participación activa de quien lee.

Con respecto a la temática, es posible identificar tres tópicos recurrentes –y que son explorados a través de distintas variaciones–: la insuficiencia de las palabras para comunicar, la naturaleza y el reconocimiento del yo a través del tiempo. Como ejemplo de este último tenemos la serie de autorretratos con fracasos, con verbo, con miedo, con felino, conmigo: “Desde hace años tenemos la sospecha/ que extraviarnos/ sería rasgar el tejido que da forma/ al cuerpo que habitamos”.

Finalmente, en Brújula para extraviarse vamos a encontrar en la imagen una de las figuras retóricas mejor empleadas. Así, leemos descripciones de paisajes que en un inicio nos remiten a un locus amoenus –ese lugar idílico donde seguridad, belleza y confort se reúnen–, pero que pronto se ven trastocadas por los elementos que añade la voz poética al momento de hallarse en ellos o visualizarlos.

El poema “En el jardín germina mi cabeza” dice: “Soplo hacia el norte/ Y en los geranios amanece/ Un cielo de agua. / Abro las texturas de la tierra/ Y vislumbro el ardor con sus profundidades:/ ámbitos ocres en la lejanía”. Así también, el inicio del poema “Vuelo”: “Cuando caiga hasta el fondo de mis ruinas/ y mi baile sobre los campos minados sea un recuerdo”. En los dos poemas citados, se observa cómo el sentido de la estrofa cambia a raíz de adjetivos como ocres o minados, mismos que van demandar al receptor su relectura.

Brújula para extraviarse es, en suma, un libro que necesita ser leído por todo aquel que quiera educarse en la poesía lírica e intimista –o quizás simplemente a disfrutar de esta–. Sin miedo a sonar categórica, concluyo: la poesía de Yanira García debe ser leída, releída y compartida.



Más sobre la autora


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Yanira García (Hidalgo, 1966) es poeta y traductora certificada por la Universidad de Nueva York. En 1994 fue becaria del Fondo Estatal para la Cultura y las Artes.

Ha participado en diversos encuentros de escritores a nivel nacional e internacional y ha realizado círculos de lectura para el Consulado Nacional de México en Houston. Dentro de su producción poética se encuentra Lanza de Sol (Ed. Praxis, 1994), El viaje (Consejo Estatal para la Cultura y las Artes de Hidalgo, 2011) y En el fulgor espeso de la luna (Ed. Acribus, 2016).