Este trabajo trata de dar cuenta de algunos aspectos de la historia prehispánica y colonial, así como de la cultura material e ideológica del grupo étnico ñha-ñhú, también conocido como otomí, que habita en el actual estado de Hidalgo, y que en la época del contacto español (e incluso en la actual), ha sido el más numeroso e importante de sus grupos originarios.
Palabras clave: otomíes, ñha-ñhús, historia prehispánica y colonial de Hidalgo
This paper tries to explain of some aspects of pre-Hispanic and colonial history, as well as material and ideological culture of the ethnic group Nha-ñhúalso known as Otomi, who lives in the state of Hidalgo, and in the time of Spanish contact (and even today), has been the most numerous and important of their original groups.
Keywords: otomíes, ñhúa-ñhús, prehispanic and colonial history of Hidalgo
A la llegada de los españoles a lo que ahora es el estado de Hidalgo, el grupo étnico otomí o ñha-ñhú (aquí usaremos indistintamente cualquiera de los dos nombres) era el grupo más numeroso. Dada la escasez de documentos escritos y de restos arqueológicos, existe una controversia acerca del origen de este pueblo. Orozco y Berra y otros investigadores consideraron a los otomíes como la etnia más antigua de la altiplanicie, que luego fue conquistada por los nahua-tolteca y sus sucesores.[1] Miguel de Mendizábal creía que los otomíes eran uno de los pueblos más modernos del centro de México y los identificaba como cazadores llegados tras la destrucción de Tula que absorbieron parcialmente la cultura nahua.[2] Soustelle, admitiendo la antigüedad de los asentamientos otomíes en la altiplanicie, los hace llegar desde la costa del golfo de México y les atribuye origen olmeca.[3]
Es posible reconstruir parte de la oscura historia ñha-ñhú por sus contactos con otros pueblos que dejaron pinceladas de su propia historia. Alrededor del año 900 llegaron al sur del actual estado de Hidalgo grupos tolteca-chichimeca que se asentaron en el pueblo otomí de Mamenhi y fundaron Tollan, el centro político-administrativo más importante de la periferia norte del valle de México en el Posclásico. Esta invasión provocó una dispersión de los ñha-ñhú por el valle del Mezquital y la Sierra Madre Oriental (Metztitlán, Tenango de Doria y Huehuetla).[4] A la caída de Tula, que coincide con el arribo de los chichimecas de Xólotl, la facción otomí de esta ciudad se adentró en el valle de México y fundó Xaltocan, capital política de las regiones otomíes en el Mezquital, la Teotlalpan, la Sierra Norte de Puebla y Metztitlán.[5] Posteriormente Xaltocan fue absorbida por el señorío tepaneca de Atzcapotzalco en alianza con Texcoco. Después de que Tezozómoc destruyó Xaltocan en 1395, muchos otomíes revivieron el exilio de Metztitlán, Tutotepec y Tlaxcala, entre ellos Tzompantzin, señor de Xaltocan, que huyó a Metztitlán.[6] En esta segunda diáspora, algunos otomíes llegaron hasta Yahualica en la Huasteca hidalguense.[7] Ante la política opresora de Atzcapotzalco, los pueblos del valle de México conformaron lo que se conoce como la Triple Alianza, en la que los mexica ocuparon un papel protagónico. Una vez alcanzado el dominio total del valle, éstos reubicaron a los otomíes en determinadas regiones para cimentar su poder y consolidar su dominio en áreas recién conquistadas. Por ello aumentó el elemento nahua en las zonas otomíes.
A excepción de los señoríos independientes de Michoacán, Tlaxcala, Metztitlán, Huayacocotla y Tutotepec, todos los otomíes estaban bajo el dominio de Tenochtitlan a la llegada de los españoles.[8] Es por ello que a la caída de la capital azteca, rápidamente pasaron al control español los pueblos ñha-ñhú del valle del Mezquital, incluido Actopan.
Ya sea en las narraciones de tradición náhuatl o en las crónicas españolas, tanto civiles como religiosas, encontramos en forma constante una referencia despreciativa hacia los grupos otopames. Es importante para este artículo hacer énfasis en la diferencia cultural que se establece entre los chichimecas cazadores recolectores en un extremo, los otomíes sedentarios con actividades complementarias de caza y recolección en medio, y los nahuas sedentarios urbanos en el otro.[9] Recogiendo las tradiciones nahuas, Sahagún manifestó claramente la aversión mexica hacia los otomíes:
Los otomíes de su condición eran torpes, toscos e inhábiles. Riñéndoles por su torpedad, les sueles decir en oprobio: ‘¡Ah, qué inhábil eres; eres como otomite, que no se le alcanza lo que te dicen’, [...] todo lo cual se decía por injuriar al que era inhábil y torpe, reprendiéndole de su poca capacidad y habilidad.[10]
Mujer otomí de la sierra de Tenango
La mayoría de los redactores de las Relaciones geográficas comparten esta visión: “Son indios de bajos entendimientos e inclinaciones bárbaras, de cuya causa acuden mal a las cosas de la doctrina y de su república, y de ordinario se embriagan con un vino que entre ellos se usa, hecho de miel de magueyes, que, en la lengua española, se llama pulque.”[11] Sin embargo, también se reconocen algunas de sus virtudes: “…eran recios y para mucho, y trabajadores en labranzas”.[12]
Los ñha-ñhú prehispánicos ocuparon pocas regiones de agricultura avanzada y (tal vez salvo el caso de Xaltocan) no vivieron en ciudades. El valle de Toluca y la región de Xilotepec pudieron haber sido el origen del grupo otomí —y el centro de dispersión—, ya que es “donde confluyen las lenguas otomianas y en donde se encuentran mayores diferencias dialectales”.[13]
El nombre otomí se deriva de otómitl, palabra que Jiménez Moreno deriva de totómitl (flechador de pájaros).[14] Por su parte, Sahagún afirma que “el vocablo otómitl tomáronlo de su caudillo Otón[quien posteriormente fue deificado],y así sus hijos y vasallos [...] se llamaron otomíes”.[15] Los otomíes actuales prefieren ser llamados ñha-ñhú (el que habla con la nariz), pues ese es su nombre real. Otomí es una palabra impuesta por los mexicas durante sus conquistas.
No existen códices otomíes prehispánicos, y sólo se conservan unos cuantos posthispánicos como los de Huamantla y Huichapan; este último contiene un calendario otomí y una gran cantidad de páginas con material histórico, de las cuales, a pesar de su traducción, aún se ignora la mayor parte de su significado.[16]
Las fuentes históricas que tratan a los otomíes no son de origen otomí. Los autores son básicamente indígenas cristianizados de origen nahua como Ixtlilxóchitl, los Anales de Cuauhtitlán, Tezozómoc y Chimalpain; así como cronistas españoles entre quienes podemos mencionar a fray Diego Durán y el mismo Sahagún. Sin embargo, aunque la mayoría de los autores se expresa despectivamente de los ñha-ñhú, algunos como Clavijero valoran sus virtudes:
Los otomíes [...] se mantuvieron por muchos siglos en la barbarie, viviendo dispersos en las cavernas de los montes y manteniéndose de la caza, en cuyo ejercicio eran diestrísimos. Ocuparon un espacio de tierra fuera de los términos de Anáhuac de más de cien leguas, desde las montañas de Itzmiquilpan hacia el noroeste, teniendo al oriente y al poniente otras naciones igualmente salvajes [...] fundaron en la tierra de Anáhuac y aun en el mismo valle de México innumerables poblaciones, las más y mayores como las de Xilotepec y Huichapan [...] los otomíes han sido reputados por la nación más ruda de la tierra de Anáhuac, parte por la dificultad que todos sienten por entender su lengua y parte por la servidumbre de tantos siglos, que no les ha dejado entera libertad para las funciones del alma [...] su lengua es muy difícil y llena toda de aspiraciones que se hacen parte en la garganta y parte en las narices, pero es suficientemente copiosa y expresiva. Antiguamente fueron célebres en la caza y hoy comercian por la mayor parte en telas bastas de que se visten los indios. Pero no hay duda de que sus almas son capaces de todo género de instrucción.[17]
El maguey, llamado por el padre Acosta el “árbol de las maravillas”,[18] era —y sigue siendo— de uso general entre los ñha-ñhú. En muchas partes el aguamiel e incluso el pulque[19] eran bebidas corrientes en lugar del agua, sobre todo donde ésta escaseaba. Las pencas servían para hacer desde canales hasta casas. De la fibra se elabora hasta la fecha todo tipo de enseres como cuerdas, ayates, costales, lazos y estropajos.
La industria del tejido era de las más importantes, tanto de ixtle de maguey y lechuguilla (fibras duras) como de algodón (fibras blandas), aunque los primeros tenían más fama por ser los otomíes quienes más los trabajaban. Dice Sahagún que todas las mujeres otomíes trabajaban el maguey, calentaban las pencas, las aderezaban, las pelaban y sacaban la fibra que teñían de azul para después hilarla. Escribió: “Había muchachas que sabían hacer lindas labores en las mantas, naguas y huipiles que tejían, y tejían muy curiosamente; pero todas ellas labraban lo dicho con hilo de maguey.”[20] También, como sus vecinos chichimecas, aprovechaban el nopal, tanto las pencas tiernas como las tunas. Sahagún cuenta que los otomíes comían quelites cuando se les acababa el maíz.[21] La Teotlalpan y el Mezquital eran las regiones que más producían tejidos de ixtle de maguey y lechuguilla. Junto con los productos de estos agaves, la cal y la cría de guajolotes permitían a los otomíes de esas regiones secas obtener en trueque los productos que les faltaban, incluso maíz.
Después del maguey, la principal planta que se explotaba era el algodón. Se cultivaba tanto en Metztitlán como en el Mezquital, mediante riego. Por otro lado, en la Teotlalpan y sobre todo en el valle del Mezquital, el árbol del mezquite era de gran importancia. Los otomíes de Ajacuba y Tepatepec hacían pan de mezquite, “que para ellos era costumbre de chichimecas”.[22]
La base de la agricultura era el maíz y como es lógico suponer, la mayoría de las milpas eran de temporal. En cuanto a los instrumentos de cultivo, Torquemada dice que los otomíes de Xilotepec “usaban unas coas de encino que son con que limpian y escardan las sementeras de maíz”.[23] Sahagún escribió que otomíes y matlatzincas usaban trojes para guardar sus cosechas.[24] En el Mezquital sólo en algunas partes se lograban cultivos de temporal o riego, pero el maíz era insuficiente para toda la población, por lo que se dedicaba casi exclusivamente al autoconsumo, además de que las tierras regadas se ocupaban para otros cultivos como chile o algodón. Otros productos alimenticios que menciona Sahagún entre los ñha-ñhú son la calabaza, el frijol, la chía y el chile.
Tejedora de ayate de ixtle de maguey. Alfajayucan
En las zonas áridas se recolectaban yerbas y raíces, siendo la más consumida la llamada címatl, (de donde viene el nombre de Zimapán). La recolección suministraba un complemento importante a la alimentación otomí de las zonas áridas, principalmente cuando escaseaban las cosechas, y este rasgo cultural los acercaba a sus vecinos chichimecas.
Los otomíes eran diestros cazadores. Entre las principales presas se mencionan venados, liebres, conejos, codornices, armadillos, tuzas y ardillas. Por su parte Sahagún menciona que los otomíes comían zorrillos, culebras, motocles, ratones de campo, lagartijas, langostas y gusanos de maguey. Para cazar usaban arco y flecha con carcaj de piel de jaguar, lanzas, cerbatanas, redes y ligas. Esta actividad fue importante también porque los otomíes tenían que tributar tanto animales comestibles muertos como fieras vivas.[25] Algunas armas para la caza se usaban también en la guerra, como las hondas y el atlatl. El maquáuitl (macana de madera con navajas de obsidiana) era un arma preferida por los otomíes, al igual que los demás pueblos mesoamericanos.[26] Como armas defensivas usaban la rodela y el coselete de algodón o fibra de maguey.[27]
Los ñha-ñhú vivían en un patrón de asentamiento disperso. Según la Relación de la genealogía eran seminómadas pues “los otomíes [...] tienen moradas, pero en los montes, entre sierras y lugares apartados e son rústicos y se amotinan y mudan de una parte a otra cuando se les antoja”.[28] Las Relaciones geográficas de la región señalan que las casas eran bajas y pequeñas. El material más mencionado para las paredes es el adobe con cimiento de piedra. Grijalva dice, refiriéndose a la región que va de Atotonilco al Mezquital, que “las casas de estos pobres otomíes [...] cubrían aquellas llanadas tanto que no parecían muchos pueblos sino una población sola”; añade que las casas eran “unos buhíos estrechos hechos de pencas de maguey que apenas cabe en ellos un hombre”.[29]
Carrasco dice que los otomíes vivían en pueblos y barrios llamados calpules, es decir, grupos de parientes (cepa o linaje) que vivía en un pueblo o barrio.[30] La población estaba dividida en dos grandes estamentos: nobles y macehuales. Los primeros eran gobernantes, altos sacerdotes, propietarios y tributados; los segundos eran simples trabajadores y tributarios. Según Zorita, “el tributo que daban a estos señores de sus pueblos o calpules eran sementeras y labrándolas los que estaban en disposición para ello”.[31] Además de recibir tributo, los señores tenían tierras propias que arrendaban. En Metztitlán, el estamento superior estaba nahuatlizado, mientras que en numerosos lugares convivían elementos de distinto idioma, incluso chichimeca (principalmente pame).[32]
El conjunto de varios clanes formaba un pueblo, cuya organización política variaba según su grado de independencia: muchos de ellos estaban en lucha con sus vecinos para sujetarlos e imponerles tributo o para liberarse de tributar. Por tanto, sólo algunos eran cabeceras de un señorío formado por un pueblo o conjunto de pueblos que reconocían una autoridad única, encarnada por el rey del señorío dominante. El pueblo-señorío aparece con cierto grado de solidaridad interna y como unidad cultural más o menos definida. Un ejemplo es precisamente Metztitlán.
La mayoría de los otomíes de tiempos prehispánicos sujetos a los mexica estaban obligados a participar en sus guerras. Refiriéndose a los otomíes de Tlaxcala, dice Sahagún que “los llamaban otomíes por ser valientes en la guerra, que son como los tudescos que mueren y no huyen”.[33]
La religión de los otomíes giraba en torno al culto a diversas deidades integradas en un todo cosmogónico. Cada uno de estos dioses simbolizaba una fuerza natural o un oficio. Cada pueblo tenía un dios patrón identificado con un antepasado, o podía corresponder al dios del oficio característico de cada localidad.[34]
Existen muchos paralelismos entre las religiones azteca y otomí, las cuales se manifiestan a través de una misma organización politeísta en un panteón dominado por la presencia de una pareja ancestral, para los otomíes Padre Viejo y Madre Vieja, y para los nahuas los dioses Tota (nuestro padre) y Tonan (nuestra madre) por un lado, y Uehuetéotl (dios viejo) e Ilamateuctli (señora vieja) por el otro.[35]
Dice la Relación de Atitalaquia que los pueblos que daban obediencia a México estaban obligados “de tomar por dioses a los demonios que los de México les señalaban”.[36] De igual forma, la Relación de Querétaro dice que los otomíes, además de sus dioses particulares, adoraban a los de México.[37] Huitzilopochtli aparece en las Relaciones como dios de Ueypochtla y Ajacuba.[38] Con respecto a Tezcatlipoca, se dice que era dios de Tornacuxtla y Tepatepec.[39] La Relación de Metztitlán habla de varias deidades como Ometochtli, Tezcatlipoca y Hueytonantzin. Los otomíes de Tutotepec “solían ver en sus sacrificios en la silla a una figura muy negra sin distinción de partes ni fracciones y que les causaba gran temor y pasmo”[40] que Carrasco supone era Tezcatlipoca bajo su forma de Youalli Ehécatl. Según los Anales de Cuauhtitlán los toltecas iniciaron el desollamiento de hombres en culto a Xipe, con una mujer otomí como primera víctima, el año 13-caña, uno antes de la destrucción de Tula.[41] El nombre de uno de los meses otomíes equivale a “desollamiento”.[42]
El Códice de Huichapan muestra un conjunto de correlaciones numéricas entre el sistema calendárico de los mexicas y el de los otomíes, ambos basados en ciclos anuales de 18 meses de 20 días.[43] En el calendario metzca, los meses tienen nombres nahuas, pero el sexto y el décimo mes (tzahio y tzinco) tienen nombres otomíes.[44] En la religión metzca destaca el culto a la luna. Metztitlán significa “Lugar de la luna”, ya que se cree que los metzcas hacían la guerra en noches de luna llena.
Pero el más característico de los dioses otomíes era Otontecutli, primer caudillo de los otomíes[45] (adorado también por los mexicas). Otro nombre de Otontecutli es Xócotl (según Carrasco, “palo de encino”). En las festividades otomíes se acostumbraba levantar un palo de encino con un ídolo de masa en lo alto, el cual representa a Otontecutli en figura de pájaro, que alude a los muertos en la guerra y los sacrificados, quienes, a los cuatro años de fallecidos, según creencias compartidas con los mexicas, después de haber acompañado al sol, se convertían en pájaros.[46]
Es interesante la existencia en el panteón otomí de deidades de carácter sexual. El dios viejo del fuego también se llamaba Cuecuex, que significa “libidinoso”.[47] Otra diosa otomí era Xochiquetzal, joven derivada de la madre vieja en el Códice de Huamantla; bajo su advocación estaban el tejido y la licencia sexual.[48] Otra forma de la diosa de la tierra y de la luna que existía entre los otomíes era Tlazoltéotl, a la que se consideraba de origen huasteco, y cuyos atributos la relacionan con la lujuria; en otomí es Nohpytecha, diosa de la basura.[49]
Según Sahagún, el principal dios de los otomíes era Yocippa (equivalente a totol, pájaro), al cual “le tenían hecho muy buen cu que era un jacal hecho de paja muy atusada cuya hechura solamente a su cu era dedicada y nadie hacía casa de aquella manera ni forma”.[50] Uno de los principales dioses otomíes de Xilotepec era el dios del viento al que llamaban Edahi, equivalente al Ehécatl mexica. Fray Esteban García dice que los otomíes de Tutotepec adoraban al aire, personificado en el dios del viento Edahi.[51] También adoraban a Muye, señor de la lluvia, que debía ser igual al Tláloc mexica. Entre los otomíes existían los dioses menores Auaque y Tlaloque que invocaban los conjuradores de lluvia. El dios del pulque era Yo Khwa (dos conejo), el Ometochtli mexicano.[52] Ueuecóyotl, coyote viejo, era el dios de la danza y el canto entre los otomíes.[53] El dios otomí de las batallas se llamaba Ayonat Zyhtama-yo.[54] Los otomíes de Tutotepec adoraban a un dios de los montes llamado Ochadapo, y un dios de las sementeras llamado Bi-mazopho.[55] Con respecto a los sacerdotes otomíes, Sahagún dice:
En su cu [de Yoccipa] había los sacerdotes que llamaban Tlamacazque los cuales criaban y doctrinaban allí a los muchachos. Hacían allí penitencia por todos: velaban toda la noche en tiempo de los sacrificios, punzábanse o sangrábanse de los labios o muslos con las puntas de maguey, y a la media noche se lavaban al tiempo de los fríos y ayunaban y tañían su tamboril o teponaztli encima del cu y decían que velaban y guardaban con aquel instrumento de tañer.[56]
El señorío de Metztitlán se fundó en 1272 como tributario de Xaltocan, pero alcanzó un mayor estatus político con la destrucción de esta última capital por los tepanecas, con el consiguiente exilio de algunos de sus principales líderes. No se sabe a ciencia cierta quiénes fueron los metzcas que poblaron el señorío prehispánico de Metztitlán, pero se considera que “eran otomíes o chichimecas, con rasgos olmeca-xicallancas, tepehuas, totonacas e incluso nahuas”.[57] Lo cierto es que Metztitlán se constituyó como una población heterogénea y pluricultural con mayoría otomí. A pesar de sus diferencias raciales y culturales, la población de Metztitlán convivió y disfrutó los recursos que le brindaba esta área, incluyendo las vegas, la laguna, los ríos, las fértiles tierras bajas y el semidesierto.[58]
La riqueza de la vega beneficiaba a todos los pueblos de la región, incluso más allá de sus fronteras. El informe de 1579 del alcalde mayor de Metztitlán, Gabriel de Chávez, da una idea de ello: “Manteníanse antiguamente de caza de aves y animales, de que esta tierra abunda mucho, especialmente la sierra, y de maíz, que se coge tres y cuatro veces al año, y de chile, de que hay varias especies dello, alcanzan pescado en cantidad”.[59] La laguna de Metztitlán fue otra importante fuente de obtención de productos lacustres donde se practicaban la pesca y la caza acuática. Esta situación propició un gran intercambio de productos entre los que pueden mencionarse la sal y el cacao. Al parecer existió un sistema de mercados serranos, en los que funcionaron importantes tianguis como Zacualtipán, Tianguistengo y Huazalingo, en los que circulaban productos provenientes de la costa.[60] Uno de los productos importantes en Metztitlán fue el algodón, que se tributaba antes y después de la conquista (los encomenderos exigían sobre todo mantas de este material).
Como ya se dijo, en la actualidad se ignora la filiación étnica de los metzcas.[61] Lameiras sugiere que el término se refiere a un periodo histórico (la invasión de Xólotl) y a la lengua pame.[62] Carrasco propone que los metzcas eran chichimecas cuya lengua se desconoce, aunque se emparenta con el náhuatl.[63] Gerhard menciona que los metzcas hablaban “una variedad arcaica de náhuatl”,[64] lo cual es muy verosímil por algunos datos de la Relación de Metztitlán. Tampoco se sabe con seguridad cómo se organizaban, dada la relativa inexistencia de estructuras políticas formales en los pueblos otopames, aunque evidentemente contaban con un eficaz sistema de defensa. Metztitlán tenía sujetos a varios pueblos y en cada uno de ellos existía un jefe local; en la cabecera estaba el jefe supremo que se encargaba de recolectar los tributos de los pueblos sujetos, de planear las fiestas religiosas y de hacer la guerra. Dice la Relación de Metztitlán que “tenía el rey dos hombres viejos de los más principales y sabios de su reino, los cuales eran llamados tequitlatos que es como gobernadores o mayordomos”.[65]
La población de Metztitlán y sus aliados vivían de manera dispersa en un gran número de asentamientos.[66] Pueden diferenciarse claramente los pueblos de la vega (con alta concentración de población) y los localizados en la sierra, dispersos y pequeños.[67]
Al ser Metztitlán objeto de acoso por sus vecinos que pretendían sus riquezas, los guerreros formaban un grupo importante; ellos defendían los límites del señorío pero también buscaban someter a otros pueblos. Los metzcas tenían fama de ser valientes y poderosos guerreros. Durante la hegemonía mexica, Tenochtitlan intentó someterlos en varias ocasiones, sin lograrlo. En 1498 Tizoc fracasó en su intento, al resultar muertos 300 aztecas y lograr sólo seis cautivos metzcas.[68] Otras campañas fallidas contra Metztitlán fueron las de Huitzilíhuitl, Nezahualcóyotl, Moctezuma I, Axayácatl, Ahuízotl y Moctezuma II.
Una carta del agustino flamenco Nicolás de Witte, escrita en Metztitlán en 1554, habla de la situación permanente de guerra y del tributo que se daba al tlatoani metzca en tiempos precolombinos:
En todas partes lo avía señor universal, como en México y Michoacán y Mestitlán [...] el señor universal de Metztitlán [...] tenía siempre con tres términos guerra que era con México y Tascala y con la Huasteca [...] y todo casi le iba en sus guerras, sino quando se ofrecía algunas fiestas que hazía, pedía mantillas y gallinas, lo que era menester y para los templos del demonio. A este señor universal de Mestitlán, allende del gran servicio de guerra, montaría lo que a él le daban sus 10 mil pesos de oro toda su tierra, y este señor universal de Mestitlán es el señor universal de todos los Chichimecas.[69]
El señorío de Metztitlán comprendía parte del actual estado de Hidalgo y una porción de Veracruz. Tenía sujetas, entre otras, a las provincias de Molango, Malila, Tlanchinol, Ilamatlán, Xochicoatlán, Tianguistengo, Huazalingo y Yahualica; esta última servía de frontera en contra de los huastecos.[70]
En fecha desconocida, los otomíes fundaron el poblado de Actopan con el nombre original de Mañutzi. Hacia el año 644 hicieron su aparición los tolteca y la convivencia de éstos con los otomíes hace que se divida el pueblo en dos parcialidades que continúan existiendo al momento de la conquista española: Tetitlan y Atocpa.71] Como otras poblaciones del estado de Hidalgo, se le menciona con relación a la llegada de Xólotl al valle de México.
Mujer otomí del Valle del Mezquital
En 1117 es conquistado por grupos chichimecas y, a causa de esta invasión, pasó a depender del reino de Acolhuacan en 1120. Actopan e Itzcuincuitlapilco fueron conquistados por los tepanecas de Atzcapotzalco a finales del siglo XIV. La conquista mexica se realizó en 1427 durante el reinado de Itzcóatl; a partir de ella fueron incorporados a la provincia otomí de Hueypuchtla, tributaria de la Triple Alianza. Casi siempre mencionados juntos en las crónicas y relaciones, Actopan e Itzcuincuitlapilco eran comunidades otomíes con minorías chichimeca-pame.[72] Bajo el poder azteca, Actopan estaba obligado a pagar:
Ochocientas cargas de mantillas, ricas ropas, que vestían los señores de México [...] más de mil y seiscientas cargas de mantillas de henequén [ixtle de maguey], blancas, todo lo cual tributaban de seis en seis meses. Más de cuatro piezas de armas y otros tantos de rodelas guarnecidas en plumas ricas [...] más cuatro troxes grandes de madera llenas de maíz y frijoles y chian y guautli, todo lo cual tributaban una vez al año.[73]
La ciudad de Ixmiquilpan (Zecteccani en otomí) es la más importante concentración otomí del Valle del Mezquital. La forma correcta es Itzmiqilpan que se forma con las voces mahuas iztztli navaja; milli, tierra cultivada; quilitl, quelite, yerba comestible y pan sobre, por lo que se puede traducir como: “pueblo situado sobre los cultivos de yerba cuyas hojas tienen la forma de navaja”.[74] En náhuatl Itzimiquilitl es verdolaga, y el nombre otomí Tze tkáni significa también verdolaga, por lo que se puede interpretar como “lugar de las verdolagas”.[75]
Ixmiquilpan[76] también fue el principal asentamiento otomí al norte del Valle del Mezquital en la época prehispánica. Los mexicas, tras dominarlo en el siglo XIV, instalaron una base militar en este lugar pues servía como frontera contra los enemigos el señorío independiente de Metztitlán así como contra los chichimecas de la Sierra Gorda, razón por la que fue dividido en dos parcialidades, Tlazintla e Ixmiquilpan con población otomí y náhuatl respectivamente.[77] Además del otomí o ñha-ñhú, que era la lengua predominante, había pequeños núcleos de chichimecas pames, y tras la conquista mexica, también nahuas.
A pesar de todos los adjetivos adversos y de una historia negra real o inventada, a pesar de haber sido perseguidos, despojados, humillados y utilizados a través de los siglos, el pueblo otomí es un pueblo vivo, con una identidad cultural robusta. Actualmente se habla otomí, se piensa en otomí y se ejerce la cultura otomí, ya sea en Hidalgo, en algunos estados del interior del país o incluso en el extranjero, donde existen importantes comunidades otomíes migrantes que como los judíos de la diáspora, estén donde estén, siguen y seguirán siendo orgullosamente ñha-ñhú.
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Torquemada, Juan de. Monarquía indiana. México, Porrúa, 1986.
Vergara Hernández Arturo, El infierno en la pintura mural agustina del siglo XVI, Actopan y Xoxoteco en el Estado de Hidalgo. Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, 2008.
Zorita, Alonso, Breve y sumaria relación de los señores de Nueva España. México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1963.
[1] Manuel Orozco y Berra, Historia antigua y de la conquista de México. Porrúa, México, 1960, p. 92-93.
[2] Miguel O. de Mendizábal, “Los otomíes no fueron los primeros pobladores del valle de México”; en Revista Mexicana de Estudios Históricos 1, 1927. Dicho sea de paso, esta tendencia a confundir otomíes y chichimecas era muy frecuente.
[3] Jacques Soustelle, La familia otomí-pame del México central. Fondo de Cultura Económica, México, 1993.
[4] Carmen Lorenzo, Historia prehispánica del estado de Hidalgo. Una síntesis. Consejo Estatal para la Cultura y las Artes de Hidalgo, Pachuca, 1996, p. 31 (Cuadernos hidalguenses, 10).
[5] Artemio Arroyo, El Valle del Mezquital. Una aproximación. Consejo Estatal para la Cultura y las Artes de Hidalgo, Pachuca, 2001, p. 28. (Serie Regiones).
[6] El Códice Xólotl señal la huida de Tzompantzin a Metztitlán: “Las huellas de Tzompantzin nos indican que huyó hacia la sierra de Metztitlán y bajo sus pies otra vez vemos el glifo de la noche que nos indica que huyó de noche. Así vemos a los mexica y a los tepaneca tratando de quitar esta región [Xaltocan] a los chichimecas”. Charles Dibble (edición, estudio y apéndice), Códice Xólotl. Instituto de Investigaciones Históricas, UNAM, México, 1980.
[7] Fernando de Alva Ixtlilxóchitl. Obras históricas, tomo II. Instituto de Investigaciones Estéticas, UNAM, México, 1975, p. 78.
[8] Nigel Davies, Los señoríos independientes del imperio azteca. INAH, México, 1968, p. 35.
[9] Los distintos niveles de desarrollo se daban incluso al interior de cada grupo. En el caso de los chichimecas, Kirchoff los dividió en cultivadores, cultivadores que prestan a esta actividad escasa importancia, recolectores y cazadores simples, recolectores y cazadores avanzados, cazadores avanzados. Kirchoff, Paul, “Los recolectores-cazadores del norte de México”; en El norte de México y el sur de Estados Unidos. 1943, p. 133-134.
[10] Fray Bernardino de Sahagún, Historia general de las cosas de la Nueva España. Ed. Porrúa, México, 1975, libro X, p. 603. (Sepan cuantos..., 300).
[11] “Relación de Hueypuchtla y su tierra”, en Relaciones geográficas..., v. 8, p. 143.
[12] Sahagún, Historia general..., p. 603.
[13] Noemí Quezada, “Los grupos otomianos” en Manzanilla, Linda y L. López Luján (coordinadores), Atlas histórico de Mesoamérica. 2ª ed. Ediciones Larousse, México, 1993, p. 135.
[14] Wigberto Jiménez Moreno, “Origen y significación del nombre otomí” en Revista Mexicana de Estudios Antropológicos III, 1939, p. 62-68.
[15] Sahagún, Historia general..., p. 602.
[16] Ver Lawrence Eckes (paleografía y traducción), Yolanda Lastra y Doris Bartholomew (editoras), Códice de Huichapan. Instituto de Investigaciones Antropológicas, UNAM, México, 2001.
[17] Francisco Javier Clavijero, Historia antigua de México. Porrúa, México, 1974, p. 61. (Sepan cuantos...).
[18] “El árbol de las maravillas es el maguey, del que los nuevos [...] suelen escribir milagros, de que da agua y vino, aceite y vinagre y miel y arrope e hilo y aguja y otras cien cosas [...]”. José de Acosta, Historia natural y moral de las Indias. Fondo de Cultura Económica, México, 1962, p. 171.
[19] El aguamiel es una savia que produce el maguey cuando se le retira el cogollo, una vez que éste ha madurado (requiere aproximadamente de ocho años). Posee amplias cualidades alimenticias. Ya fermentado, se convierte en una bebida alcohólica llamada pulque.
[20] Sahagún, Historia general..., p. 604.
[21] Sahagún, Historia general..., p. 604.
[22] “Descripción del pueblo de Axocopan”; en Acuña, Relaciones geográficas..., v. 8.
[23] Fray Juan de Torquemada, Monarquía indiana. Porrúa, México, 1986, p. 612.
[24] Sahagún, Historia general..., p. 602.
[25] Carrasco, Los otomíes..., p. 67.
[26] Los chichimecas nómadas usaban casi exclusivamente el arco y la flecha para cazar y guerrear, y en ello eran extremadamente diestros.
[27] “Relación de Querétaro”; en Relaciones geográficas del siglo XVI..., v. 9, 1987, p. 122.
[28] “Relación de la genealogía y linaje de los señores que han señoreado en esta tierra de la Nueva España”; en Nueva Colección de documentos para la historia de México, v. III, editada por Joaquín García Icazbalceta. México, 1941, p. 247.
[29] Juan de Grijalva, Crónica de la orden de nuestro padre san Agustín en las provincias de la Nueva España. Porrúa, México, 1985, p. 81.
[30] Carrasco, Los otomíes..., p. 92.
[31] Alonso Zorita, Breve y sumaria relación de los señores de Nueva España. UNAM, México, 1963, p. 198.
[32] Carrasco, Los otomíes..., p. 107.
[33] Sahagún. Historia General..., p. 281.
[34] Carrasco. Los Otomíes..., p. 133.
[35] Carrasco. Los Otomíes..., p. 138.
[36] “Relación de Atitalaquia y su partido”, en Acuña. Relaciones Geográficas..., Vol. 6, p. 63.
[37] “Relación de Querétaro...”, p. 33.
[38] “Descripción del pueblo de Axocopan...”, p. 128.
[39] “Relaciones geográficas de Tornacuxtla y Tepatepec”, en Acuña, Relaciones Geográficas..., v. 8.
[40] Fray Esteban García, Crónica de la provincia agustiniana del Santísimo Nombre de Jesús de México. Madrid, G. López del Horno, 1918, p. 302.
[41] Carrasco, Los otomíes..., p. 159.
[42] Escenas de desollados aparecen en los murales de Actopan y Xoxoteco.
[43] Jacques Galinier, La mitad del mundo: Cuerpo y cosmos en los rituales otomíes. UNAM-INI, México, 1990, p. 47.
[44] Davies, Los señoríos..., p. 48.
[45] Sahagún, Historia general..., p. 602.
[46] Carrasco, Los otomíes..., p. 140.
[47] Galinier, La mitad del mundo..., p. 9.
[48] En las representaciones de la lujuria de Xoxoteco y Actopan, ya sea como pecado o como castigo, las protagonistas son principalmente mujeres.
[49] Carrasco, Los otomíes..., p. 146.
[50] Sahagún, Historia general..., p. 602.
[51] García, Crónica…, p. 302.
[52] Carrasco, Los otomíes..., p. 150.
[53] Carrasco. Los otomíes..., p. 155.
[54] Carrasco, Los otomíes..., p. 157.
[55] García, Crónica..., p. 302.
[56] Sahagún, Historia general..., p. 602.
[57] Davies, Los señoríos independientes…, p. 45.
[58] Carmen Lorenzo, Metztitlán, Hidalgo, en el siglo XVI: Economía y política. Tesis de maestría en Historia de México, UNAM, Facultad de Filosofía y Letras, 2001.
[59] “Relación de la alcaldía mayor de Metztitlán y su jurisdicción”, escrita por Gabriel de Chávez; en René Acuña (compilador), Relaciones geográficas del siglo XVI: México. UNAM, México, 1986, v. 7, p. 73.
[60] José Lameiras, Metztitlán. Notas para su etnohistoria. Tesis ENAH, México, 1969, p. 128.
[61] Con el término “metzcas” nos referimos a la clase dominante del señorío y a los habitantes de la cabecera de Metztitlán. Como se ha mencionado, en la gran cantidad de pueblos sujetos habitaban distintas etnias, entre las que predominaba la otomí.
[62] José Lameiras, Metztitlán..., p. 64.
[63] Pedro Carrasco, Los otomíes. Cultura e historia de los pueblos mesoamericanos de habla otomiana. Gobierno del Estado de México, Toluca, 1986, p. 265.
[64] Peter Gerhard, Geografía histórica de la Nueva España. UNAM, México, 1986, p. 189.
[65] Relación de Metztitlán..., p. 65.
[66] Gerhard, Geografía..., p. 189.
[67] Lameiras, Metztitlán..., p. 100.
[68] Hernando Alvarado Tezozómoc, Crónica mexicáyotl. Imprenta Universitaria, México, p. 249-253.
[69] “Parecer de fray Nicolás de San Vicente de Paulo (o Witte) de la orden de san Agustín, sobre el modo que tenían de tributar los indios en tiempo de la gentilidad. Mextitlán, a 27 de agosto de 1554”, en Epistolario de la Nueva España (1505-1818), recopilado por Francisco del Paso y Troncoso. Antigua Librería Robredo de José Porrúa e Hijos, Biblioteca Mexicana de Obras Inéditas, segunda serie, t. VI, 1939, p. 56-62.
[70] Joaquín Meade, La Huasteca hidalguense. Gobierno del Estado de Hidalgo, Centro Hidalguense de Investigaciones Históricas, México, 1949, p. 40.
[71] Luis Mac Gregor, Actopan. INAH, México, 1955, p. 13.
[72] Gerhard, Geografía..., p. 44.
[73] Lord Kingsborough, Antigüedades de México. SHCP, México, 1964, v. 1, p. 66.
[74] Justino Fernández, (compilador) Catálogo de Construcciones Religiosas del Estado de Hidalgo, Secretaría de Hacienda y Crédito Público, 1940, p. 355.
[75] Raúl Guerrero Guerrero. Los otomíes del Valle del Mezquital: modos de vida, etnografía, folklore, p. 461-462.
[76] En los documentos del siglo XVI aparece como Esmiquilpa, Izmiquilpa, Yzmiquilpa etc.
[77] Francisco del Paso y Troncoso, 1905.
[a] Antropólogo Social, maestro y doctor en Historia de México por la UNAM. Profesor-investigador de tiempo completo del Instituto de Artes de la UAEH