Desentrañando las raíces del teatro en México
EL TEATRO DE EVANGELIZACIÓN

Resumen

Esta investigación pretende dar a conocer una obra de teatro de evangelización escrita en náhuatl por Fray Andrés de Olmos (uno de los 12 evangelizadores franciscanos llegados al Nuevo Mundo en el siglo XVI) y cómo el teatro de evangelización jugó un papel muy importante en la conquista espiritual de México.

Palabras Clave: Teatro, evangelización, conquista, México.

Abstract

This research pretends to release a play about evangelization written in náhuatl by Fray Andrés de Olmos (one of the twelve Franciscan evangelizer came up to the new world in XVI Century) due to the evangelization teather plays a very important role in spiritual conquest in México.

Keywords: Teather, evangelization, conquest, México .

Sin duda cuando hablamos de los orígenes del teatro en México pueden surgir varias opiniones. Sin embargo al ser la cultura mexicana una fusión entre la cultura europea y la mesoamericana, para analizar las raíces del teatro mexicano tenemos que analizar las formas de representación prehispánica, el teatro de evangelización y el teatro colonial. Este trabajo pretende abarcar en esta ocasión sólo la parte que corresponde al teatro de evangelización.

El día en que los españoles comandados por Hernán Cortés ganaron la batalla de Tlatelolco (El 13 de agosto de 1521), comenzó la imposición de una cultura sobre otra. Así mismo se fortalecería el curso de la catequización que empezó Cortés en 1519 al pretender convertir al cristianismo al emperador Moctezuma, tratando de que abjurara a sus dioses. Posteriormente en 1524, fecha en que llegaron los franciscanos encargados de la evangelización indígena, se fundaron los primeros conventos en el Valle de México y Puebla.

La pregunta obligada para el investigador es: ¿cómo es posible que 12 frailes hicieran que los indígenas cambiaran su religión y sus costumbres para adoptar el cristianismo? Al principio trataban de congregar a los indígenas, darles sermones y doctrina, pero ¿cómo se comunicaron con gente que hablaba otro idioma y tenía otra forma de pensar?.

Esto nos obliga a reflexionar acerca del lenguaje y la comunicación. Lo primero que debían hacer los frailes era encontrar una forma de comunicación para poder relacionarse con los indígenas y hacer que los naturales de la Nueva España comprendieran el mensaje cristiano y sus dogmas. Estos fueron sólo algunos de los problemas a los que se enfrentaron los evangelizadores durante el tiempo de la conquista.

Otras de las dificultades que los frailes tuvieron que encarar fueron los procesos y los métodos de evangelización de los indígenas, los cuales no podían efectuarse de manera individual, debido a que el número de no conversos era enorme, por lo tanto la religión cristiana debía predicarse masivamente.

Surge ahora la pregunta ¿qué método utilizaron los frailes para evangelizar a miles de personas en tan poco tiempo? Es muy probable que al observar la fiestas y los rituales que los indígenas hacían a sus dioses, naciera la idea de evangelizar por medio del teatro, como un método para cristianizar a los indígenas, ya que la cultura autóctona se distinguía por sus fiestas, bailes cantos y representaciones, siempre presentes en los rituales indígenas pero ajenos a la doctrina cristiana. Cerca de una representación celebrada en honor al dios Quetzalcóatl Fray Diego de Durán escribe:

Acabándose este entremés, salía otro de dos ciegos y de otros dos muy lagañosos. Entre estos cuatros pasaba una muy graciosa contienda y muy donosos dichos, motejándose los ciegos con los lagañosos. Acabándose este entremés, entraba otro representando un arromadizo y lleno de tos, fingiéndose muy acatarrado, haciendo grandes ademanes graciosos[1].

Se puede especular que al observar estas festividades, los frailes se dieron cuenta que debían incorporar estos elementos festivos a la enseñanza de la religión cristiana, para la aceptación y asimilación de la doctrina por parte de los indígenas

Por ello creemos que los frailes evangelizadores del Nuevo Mundo crearon y representaron literatura dramática no por diversión o como ejercicios de estética literaria sino por la necesidad de comunicar su doctrina religiosa a los indígenas. Y el Teatro parecía ser una gran solución. El teatro parece haber nacido por una carencia: la dificultad de expresión encontrada por los misioneros ante las barreras de las lenguas indígenas. Los naturales se negaron por años a escuchar los sermones de los religiosos.

La gente común estaba como animales sin razón -dice Pedro de Gante-, indomables que no los podíamos traer al gremio y consagración de la iglesia, ni a la doctrina ni al sermón, sino que huían de esto, que nunca, como tengo dicho, los pudimos atraer sino que huían como salvajes de los frailes… Mas por la gracia de Dios empecelos a conocer y a entender sus condiciones y quilates, y cómo me había de haber con ellos, y es que toda su adoración dellos a sus dioses era cantar y bailar delante dellos…..; y como yo vi que todos sus cantares eran dedicados a sus dioses, compuse metros muy solemnes sobre la ley de Dios y de la fe, y cómo Dios se hizo hombre para salvar el linaje humano, y cómo nació de la Virgen María, quedando ella pura e sin mácula...[2].

Así, los frailes al pretender hacerse entender y propagar el cristianismo, imponían su religión sobre la cultura indígena, reinterpretando los conceptos y sustituyendo la mayoría de las imágenes autóctonas, y en todo ello estuvo involucrado el teatro.

De esta manera es como nos popemos explicar el inicio del teatro evangelizador en la Nueva España; es precisamente uno de los doce franciscanos quien escribe lo que conocemos hasta ahora como la primera obra de teatro evangelizador escrita en náhuatl representada por los mismos indígenas, el escritor: Fray Andrés de Olmos; la obra: El Juicio Final.

Fray Andrés de Olmos da un paso muy importante para salvar los escollos de comunicación, ya que comenzó a hacer trabajos de etnografía, posteriormente trabajó en la lingüística náhuatl y fue entonces cuando desarrolló en lengua autóctona “El Juicio Final”, el cual se representó en Tlatelolco entre 1531 y 1535. La obra es muy rica y completa ya que contiene descripción de escenografías y anotaciones de música, efectos especiales, coros, etc. De hecho el texto contiene todas sus acotaciones.

Fray Jerónimo de Mendieta describe a Fray Andrés de Olmos en su libro Vidas Franciscanas del siguiente modo:

Si con atención se mira la vida, penitencia y obras heroicas de este santo varón, se hallará haber sido uno de los muy perfectos religiosos que ha tenido esta Nueva España, amado de Dios y de los hombres cuya memoria es una bendición, y a quien hizo Dios en la gloria semejante a los santos.[3].

Como podemos ver, por la descripción que hace el padre Mendieta del padre Olmos, éste gozaba de un gran respeto y cariño por parte de sus hermanos franciscanos, resultado del trabajo tan importante y valioso que realizó en cuanto a lingüística náhuatl y la evangelización de los indios de la Nueva España.

Teniendo ya un conocimiento y un entendimiento de la lengua y la forma de vivir de los naturales de la Nueva España, Fray Andrés de Olmos se dedicó a escribir en la lengua predominante del Nuevo Mundo: el náhuatl o la lengua mexicana, como lo llama Fray Jerónimo de Mendieta. Sus escritos eran evidentemente religiosos, para hacer más fácil la conversión y la evangelización de los indios. Es así como nace el “Juicio Final”.

Compuso (Fray Andrés de Olmos) en lengua mexicana un auto del Juicio final el cual hizo representar con mucha solemnidad en la Ciudad de México en presencia del Virrey Don Antonio de Mendoza, y el santo arzobispo Fray Juan de Zumárraga, y de innumerable gente que concurrió de toda aquella comarca, con que abrió mucho los ojos a todos los indios y españoles para darse a la virtud y dejar el mal vivir, y a muchas mujeres erradas, para movidas de temor y compungidas convertirse a Dios.[4].

No hay indicio de que Fray Andrés de Olmos haya escrito otra obra de Teatro, pero si realizó un gran trabajo que permitió la evangelización del Nuevo Mundo por medio de la literatura dramática y el teatro.

El Juicio Final se basa en el pasaje bíblico del apocalipsis que describe el día en que todos los hombres, vivos y muertos, se presentarán ante Dios a rendir cuentas de su vida y de lo que hicieron en ella. Ese día según la biblia Dios juzgará a los hombres por sus actos; y los que vivieron obedeciendo su ley irán al cielo, mientras que los que se dejaron llevar por las pasiones mundanas, serán arrojados al infierno.

La obra El Juicio final fue escrita con fines evangelizadores, y el tema principal es la lucha contra la poligamia. Con respecto al tema de la obra en la edición de 1983, la autora del prólogo Margarita Mendoza comenta:

El choque de dos culturas lleva al caos. Las reglas de conducta se resquebrajan y son muchos los aborígenes y los peninsulares que viven libremente el amor al sexo sin someterse a la coyunda matrimonial. La situación se vuelve intolerable para las autoridades españolas y eclesiásticas ¡Es menester cortar de un tajo el libertinaje! ¡Es necesario aprisionar al sexo dentro del sacramento séptimo, el del matrimonio! Los frailes misioneros y los franciscanos aguzan su cacumen para desterrar la concupiscencia aborigen y peninsular.[5].

Era apremiante para los franciscanos buscar la forma de que los indígenas aceptaran el séptimo sacramento: El Matrimonio. Sobre la Poligamia Fray Bernardino de Sahagún escribió:

[….] más estábanse unos con cinco, otros con diez, otros con quince, otros con veinte, otros con treinta mujeres y desde arriba; porque los principales señores de ésta tierra ovo algunos que tovieron a ciento cincuenta y hasta doscientas (mujeres).[6].

Sn embargo la opinión de Sahagún no refleja exactamente la situación que prevalecía en la sociedad indígena. Lo que dice no significa que los aborígenes vivieran en un desorden sexual, sin ley o reglas, ya que entre ellos existía el matrimonio. Pero a diferencia del casamiento cristiano, el convenio matrimonial prehispánico permitía al hombre tener las concubinas que pudiera mantener.

Al respecto Jacques Soustelle hace notar:

En estas condiciones y de acuerdo con estos ritos es como el hombre desposaba a su mujer principal, y sólo podía celebrarlos con una sola mujer; pero además podía tener tantas esposas secundarias como le conviniese. El sistema matrimonial de los mexicanos era una especie de transición entre la monogamia y la poligamia: sólo existía una esposa legítima (tal era la expresión que emplean corrientemente los cronistas), o sea aquella con la cual el hombre se había casado observando todas las ceremonias que han quedado descritas, pero también había un número indefinido de concubinas oficiales que tenían un sitio en el hogar y cuyo estatuto social no era de ninguna manera objeto de burlas o desprecio.[7].

En cambio del dogma de la Iglesia católica no permite la poligamia, la prostitución y el divorcio. Ante este fenómeno, los franciscanos se pusieron a buscar el medio para lograr convencer a los indígenas de aceptar el séptimo sacramento.

Estas fueron las razones que dieron nacimiento a la obra El Juicio Final; para que la obra sirviera a sus fines religiosos, el padre Olmos se apega lo más que puede a las citas bíblicas y crea una acto único que consta de diez cuadros.

Argumento de la obra

La obra cuenta la historia de una mujer indígena llamada Lucía, la cual sin haberse casado cohabita con varios hombres. Al conducirse de este modo, Lucía ha desobedecido el séptimo sacramento y por ende la ley divina. Una transgresión imperdonable si tomamos en cuenta que ella, al bautizarse ha aceptado regir su vida de acuerdo a la ortodoxia católica, dejando atrás su religión y costumbres indígenas.

En el primer cuadro las acotaciones del autor dicen que sonarán las flautas, se abrirá el cielo y bajará San Miguel. Él describe en qué consistirá el Juicio Final y el futuro que les espera a los que se portaron bien, es decir los que siguieron los mandamientos de Dios.

En el segundo cuadro suenan las flautas, se retira San Miguel y aparece la Penitencia, el Tiempo, la Santa Iglesia, la Confesión y la Muerte como alegorías. Estos personajes avisan a los hombres que por no oír sus consejos de seguir la ley divina, ahora que ya viene el Juicio Final, no tendrán salvación.

En el tercer cuadro salen del escenario los personajes alegóricos y aparecen Lucía y un sacerdote cristiano. Lucía confiesa su pecado (el cual nunca se nombra, pero se sabe: ella no ha guardado su castidad y no es una mujer cristiana) También se sabe que Lucía comete el pecado muchas veces. La frase que repiten tanto ella como el sacerdote es: “cuatrocientas veces desgraciada”. El sacerdote le advierte de la llegada del Juicio Final, Lucía lamenta su destino.

En el cuarto cuadro suenan las flautas, aparecen los hombres vivos y el Anticristo; cuando el Anticristo levanta un dedo truena la pólvora. Los hombres vivos dicen a Lucía que él no es a quien esperan, sino a Dios. Sin embargo Lucía en su desesperación cree que el Anticristo es Dios.

En el quinto cuadro se abre el cielo y aparecen San Miguel y Jesucristo. Desaparece el Anticristo, truena la pólvora. Jesucristo comienza el Juicio Final. Aparece el coro cantando Cristus Factus Est; hay que hacer notar que aunque el texto está náhuatl, los cantos aparecen en latín.

En el sexto cuadro se va el Anticristo por una puerta (que no es la del cielo) con San Miguel, quien al hacer sonar una trompeta hacen que se levanten los muertos.

En el séptimo cuadro truena la pólvora y aparece el Anticristo ante los hombres vivos y muertos. El Anticristo les hace creer que él es Dios. El coro canta el Te Deum

En el octavo cuadro desaparece el Anticristo, truena la pólvora. Aparece Cristo, al Ángel primero, al Ángel segundo y San Miguel. Los ángeles llaman a los hombres vivos y muertos para que se presenten ante Jesucristo y él los juzgue. Al ser juzgados serán recompensados los que han obedecido los mandamientos de Dios y castigados los desobedientes. Llega el turno de Lucía quien, como no obedeció el séptimo sacramento y ha vivido en poligamia, es condenada a permanecer la eternidad en el infierno. Lucía pide perdón, pero éste no se puede obtener el día del Juicio Final. Jesucristo sube al cielo junto con los ángeles, San Miguel y los hombres que por sus obras se han ganado el Paraíso; recibirán coronas floridas de palma. Aparece Satanás para llevarse al infierno a los condenados. Con su aparición truena pólvora y los pecadores gritan por el horror que éste provoca.

En el cuadro noveno los demonios y Satanás castigan a Lucía azotándola. Los aretes y el collar que ella lleva puestos comienzan a arder y la queman. Truena la pólvora, la cintura de Lucía es ceñida por una serpiente de fuego que la tortura. Lucía maldice su comportamiento en la tierra, recuerda sus placeres en el mundo y se arrepiente de no haberse casado. Los demonios se llevan a Lucía al infierno, donde truena la pólvora y se escuchan gritos de dolor. Al desaparecer la imagen del infierno, en el escenario debe reinar un gran silencio.

Inmediatamente después en el décimo cuadro aparece un sacerdote franciscano, exhortando al público para que vean esta obra como un espejo para sus vidas; lo que en la obra aconteció va a sucederles también a ellos. Mañana o pasado vendrá el día del juicio final, si quieren ser felices tienen que orar a Jesucristo y a la Virgen María. El coro canta un Ave María y con esto se marca el final de la obra.

Por medio del teatro Fray Andrés de Olmos pretende poner un freno a la poligamia indígena y en la obra castiga severamente a la mujer que acepta vivir bajo esta conducta. En la obra hay personajes alegóricos como la Iglesia, la Penitencia, la Confesión y la Muerte, que exhortan a los hombres a obedecer a Dios y su ley, les advierten del día del juicio final, pero Lucía no presta atención a estas advertencias. Es muy probable que los personajes alegóricos sirvieran para ilustrar conceptos abstractos desconocidos para los indígenas como el cielo y el infierno, ya que debemos recordar que estos conceptos como tal no existen dentro de la cosmogonía indígena. Por lo tanto era indispensable que los nuevos conversos mesoamericanos conocieran y comprendieran estos conceptos e ideas cristianas. Siendo el teatro como texto y arte escénico, el vehículo de comunicación y evangelización más asertivo y poderoso encontrado por los frailes.

El padre Olmos escribe una obra de teatro en náhuatl, y como sabemos no se tiene conocimiento de otra obra de teatro escrita en náhuatl y mucho menos que su autor fuera un español. Esto da a la obra un gran valor histórico y lingüístico, ya que representa las ideas cristianas por medio del lenguaje indígena.

Podemos concluir que durante la conquista de América, el teatro se convirtió en un instrumento esencial para la evangelización de los pueblos autóctonos. Un instrumento compuesto por elementos escénicos que fueron utilizados por los frailes para componer un espectáculo. Para esto ellos se basaron en la composición representacional de los mitotes prehispánicos Estas fiestas autóctonas, realizadas antes de la llegada de los españoles a América tenían un carácter catártico y festivo. En cambio durante la conquista los espectáculos representacionales adquieren un sentido didáctico-religioso, con una característica muy especial: al mismo tiempo que por medio del teatro se va enseñando la cosmogonía cristiana, se va desplazando la cosmogonía indígena.

A través de imágenes, sonido y plasticidad los frailes pueden intimidar de tal modo a los indígenas que éstos sin dudarlo adoptan casi de inmediato el cristianismo como único dogma religioso. Es entonces importante conocer el impacto ideológico y trascendental que el teatro ejerció sobre el público del siglo XVI.

Durante la evangelización el teatro se utiliza como instrumento de poder para dominar a toda una civilización; el poder de la escena permite cautivar y ejercer influencia sobre el público, espectadores que durante un tiempo y un espacio determinado creerán que todo lo que sucede en el escenario es verdad; el espectáculo teatral con todos sus elementos subyuga al público al punto de llevarlo de la risa la llanto y viceversa y en casos como el Juicio Final de la poligamia a la monogamia, de politeísmo al monoteísmo, de la religión indígena la cristianismo. No pensemos pues en el teatro como un mero ejercicio hilarante o de histrionismo, sino como un instrumento social de poder.

El Teatro es un fenómeno artístico vinculado profundamente con la historia social de México; por lo cual me parece interesantísimo poder rescatar las raíces del teatro mexicano. Y quisiera resaltar el nombre de teatro mexicano porque no es un teatro puramente náhuatl ni puramente europeo, sino una expresión escénica que fusionó elementos culturales e ideológicos de ambas civilizaciones.

Por eso el teatro de evangelización es parte medular de la cultura teatral en México; y es obligatorio que los involucrados en el quehacer teatral vuelvan sus ojos a los principios del teatro en nuestro país. Y así poder aprender del pasado.

Bibliografía

Miguel León-Portilla, Antología de Teotihuacán a los Aztecas, México, UNAM, 1984.

Othón Arróniz, Teatro de evangelización en la Nueva España, México, UNAM, 1979.

Jerónimo de Mendieta, Vidas franciscanas, México, UNAM, 1994.

Fray Andrés de Olmos, El Juicio Final, México, INBA, 1993.

Fray Bernardino de Sahagún, Historia General de las cosas de la Nueva España, México, UNAM.

Jacques Soustelle, La vida cotidiana de los aztecas en vísperas de la conquista, México, FCE, 1955.



[a] Licenciada en Literatura Dramática y Teatro por la UNAM y miembro de la Asociación Mexicana de Investigación Teatral, profesora adscrita a la escuela superior de Tepeji del Río.

[1] Fray Diego de Durán, Apud. Miguel León-Portilla, Antología de Teotihuacán a los Aztecas, México, UNAM, 1984, p. 503-508.

[2] Othón Arróniz, Teatro de evangelización en la Nueva España, México, UNAM, 1979, p.31-32.

[3] Jerónimo de Mendieta, Vidas franciscanas, México, UNAM, 1994, p. 98.

[4] JÍdem, p. 96.

[5] Fray Andrés de Olmos, El Juicio Final, México, INBA, 1993, p. 9.

[6] Fray Bernardino de Sahagún, Historia General de las cosas de la Nueva España, México, UNAM, p.153.

[7] Jacques Soustelle, La vida cotidiana de los aztecas en vísperas de la conquista, México, FCE, 1955, p. 181.