El ícono femenino en el arte contemporáneo, el estereotipo de la virgen-madre, la prostituta-femme fatale y el concepto de víctima

Resumen

Los estereotipos perpetúan los roles que la sociedad ha conferido a las mujeres por ejemplo: vírgenes, madres, diosas, prostitutas, mujeres fatales y víctimas. En el caso del arte, tampoco ha sido ajeno a estas construcciones. A través del arte y sus construcciones visuales, el hombre ha tenido el poder de crear a la mujer imaginada, por tanto, concebir una femineidad que es la imagen de sus deseos más íntimos y sus temores más ocultos. Tal omnipresencia se encuentra en nuestra cultura, y su representación artística va desde la imagen gráfica, hasta el video, pasando antes por el cine narrativo, el cual expone su expresión más compleja y su circulación más amplia.

Palabras clave: estereotipo, mujer, arte contemporáneo

Abstract

Stereotypes perpetuate the roles that society has conferred on women for example: virgin, mothers, goddesses, prostitutes, fatal women or victims. In the case of art, has not been oblivious to these buildings. Through art and Visual constructions, the man has had the power to create imagined women, therefore, conceive a femininity that is the image of their most intimate desires and hidden fears. Such omnipresence is in our culture, and its artistic representation ranges from graphic image, until the video, before passing through the narrative cinema, he which exposes their more complex expression and its wider circulation.

Key words: stereotype, women, contemporary art




La definición del estereotipo se origina en el siglo XIX y en su uso moderno es una imagen mental, muy simplificada y con pocos detalles, es directo. Los estereotipos perpetúan los roles que la sociedad ha conferido a las mujeres: madres, diosas, musas, prostitutas o brujas, de los cuales unos deben servir de modelo (virgen, madre, esposa) y otros para ser rechazados totalmente (prostituta, mujer fatal, bruja). En el caso del arte, tampoco ha sido ajeno a estas construcciones. A través del arte y sus construcciones visuales, el hombre ha tenido el poder de crear a la mujer imaginada, por tanto, concebir una feminidad que es la imagen de sus deseos más íntimos y sus temores más ocultos. En la dualidad prototípica de la cultura occidental las mujeres han sido respectivamente Evas o Marías, vírgenes o rameras, santas o brujas, diosas o esclavas.

Tal omnipresencia se encuentra en nuestra cultura, y su representación artística va desde la imagen gráfica, hasta el video, pasando antes por el cine narrativo, él cual expone su expresión más compleja y su circulación más amplia.


Estereotipo: virgen-madre

En este apartado analizaré la primera dicotomía genérica virgen-madre. La virgen, según la idea de Marcela Lagarde, simboliza a la mujer como madresposa; así también, la virgen María se convierte en el mejor ejemplo para la mujer sobre su papel de perfecta casada. Desde luego que contiene un conjunto de atributos de comportamiento, de relación con los hombres y de la definición de su ser, que, como en todas las vírgenes, se concreta en un cuerpo intocado, sólo materno, y que tiene una gran semejanza, paralelamente, con la naturaleza. Erika Bornay menciona que según la iglesia medieval adora y glorifica a María porque ella es la no mujer, la mujer desexualizada.

Así también, arquetípicamente se refiere a la Gran Madre[1] como nuestro origen supremo y se remite y lo constata en todas las civilizaciones, en todas las historias, y lo verifica en el Renacimiento y dentro de la mitología judeo-cristiana. El origen también se remite al Génesis (Eva) de donde se desprende la mujer dotada de atributos de bondad y de pureza al igual que de maldad y desconfianza.

Aparece muy ligados, a este estereotipo, la imagen de la virgen y el de la santa, que como comenta Gladys Villegas[2] son difíciles de retratar, pues se les considera almas carentes de vida emocional, y que del mismo modo se les ha construido su propio cliché: el tema del martirio.

Retomando el estereotipo de la madre, puede ser definido primordialmente como arquetipo, pues es común a toda la humanidad, y luego como estereotipo. El arquetipo de la madre según Jung[3], como todo arquetipo, tiene una cantidad imprevisible de aspectos, citando sólo algunas formas típicas tenemos: la madre y la abuela, la madrastra y la suegra; cualquier mujer con la que se está en relación; en el sentido figurado y más elevado; la diosa, especialmente la madre de Dios, la Virgen; en el sentido más amplio: la iglesia, la universidad, la ciudad, el país, el cielo, la tierra, el bosque, la mar; la materia, el inframundo y la luna, en sentido más estricto; y como sitio de nacimiento o engendramiento: el campo, el jardín, la cueva, el árbol, el manantial, la fuente profunda, la pila bautismal, etc.

El anterior listado no pretende ser completo; sólo señala los rasgos esenciales del arquetipo de la madre, cuyas características son lo “materno”, la autoridad mágica de lo femenino, la sabiduría y la altura espiritual que está más allá del entendimiento; lo bondadoso, protector, sustentador, dispensador de crecimiento, fertilidad y alimento; los sitios de la transformación mágica, del renacimiento, el impulso; lo secreto, lo oculto, lo sombrío, el abismo, el mundo de los muertos, lo que devora, seduce y envenena, lo que provoca miedo y no permite evasión.

Los artistas que han realizado la imagen de la mujer virgen son numerosos, sólo citaré algunos: Miguel Angel, Tiziano, Boticelli, Giovanni Bellini, Urbino Giotto, Masaccio, Andrea Mantenga, Leonardo Da Vinci (fig. 1), Rafael, El Tintoretto, Jan Van Eyck, Rogier van der Weyden, Durero, Bronzino, Lorenzo Bernini, Giambattista Tiepolo, Anthony Van Dyck, Murillo Zurbarán, Ribera; y entre los artistas más contemporáneos que retoman esta imagen de la mujer-virgen encontramos a: Abbott Handerson Thayer, Virgen entronizada (1891); Thomas C. Gotch, Maternidad sagrada (1902) y la niña entronizada (1894); Gustav Klimt La joven virgen (1913), Henry Moore, Cabeza de la virgen (1922) y la Virgen y el niño (1943); Salvador Dalí, La madonna de Port Ligat (1950) y Lázaro García, Virgen de las visiones (1991).

Por otro lado consideré la manifestación cultural de los chicanos la cual se caracteriza por la utilización de los símbolos religiosos, políticos, indígenas y por el reflejo de sus problemas sociales y de identidad. En su ensayo Acerca de las Artes Plásticas de los Chicanos nos explica Graciela Kartofel , que el Arte Chicano, es un arte comparativo que analiza el perfil sociológico y refleja la vida diaria del chicano, planteando sus problemas de identidad; sus manifestaciones artísticas se resumen como protesta y esto lo logran uniendo elementos propios, reencontrándose en sus raíces sin aceptar modelos externos. En el caso de la mujer, la imagen se refleja contundente tanto en sus raíces y tradiciones populares, retomando el ícono de la Virgen de Guadalupe. (fig. 2 y 3)

La imagen del estereotipo de la madre se muestra de una forma directa y tradicional en las obras de artistas españoles tal es el caso de Genaro Urrutia con Maternidad (fig. 23) Francisco Marin Bagues con la obra Las tres edades (fig. 24). La representación de la mujer ha venido marcada por un escaso desarrollo en lo que se refiere al arte español. Sin embargo, las realizaciones llevadas a cabo, marcan un hito en la Historia del Arte, tal vez precisamente por su fuerza en un mundo que les es hostil. En el período contemporáneo, al margen ya de toda presión, las imágenes femeninas atrapan al espectador en mundos antes desconocidos. Simplemente he querido emplear algunos ejemplos conocidos para sentar las bases de un mayor y más profundo estudio del tema.

Existen otras imágenes como La joven virgen de Gustav Klimt, en donde se observan varios cuerpos femeninos entrelazados, unos desnudos y otros con vestidos de inspiración rumana. A su vez, estos cuerpos se entrelazan con elementos decorativos con los que los cuerpos se entrelazan: espirales, círculos, flores, cintas. Se encuentran en una especie de isla flotante sobre una superficie oscura. Se distinguen los rostros de las muchachas: unas dormidas, otras despiertas pero somnolientas. Una de ellas mira fijamente fuera del cuadro. Se representan así diversas etapas de la inconsciencia antes de llegar a ser mujer.

 

 

LEONARDO DA VINCI, “LA VIRGEN DE LAS ROCAS”, OLEO SOBRE TABLA, 199CMX122CM., 1483-1486

 

 

 

 

“La tilma de la virgen de Guadalupe”

 

 

 

 

“OUR LADY OF GUADALUPE”, VICTORIA F. FRANCO, OLEO PASTEL SOBRE PAPEL, 32CMX24CM, 1978.

 

Estereotipo: prostituta- femme fatale

La siguiente dicotomía genérica presenta a la prostituta y femme fatale. Empezaré definiendo a la puta, o quizá propiamente a la prostituta cuya definición moderna se aplica en la actualidad; pero putas además son, según Marcela Lagarde: “las amantes, las queridas, las edecanes, las vedettes, las exóticas, las encueratrices, las misses, las madres solas o madres solteras, las fracasadas, las que metieron la pata” [4], entre otras.

Puta es también la mujer asumida como erótica que desea satisfacer o simplemente expresar sus pulsiones sexuales; así también, “el concepto puta es una categoría de la cultura política patriarcal que sataniza el erotismo de las mujeres, y al hacerlo, consagra en la opresión a las mujeres eróticas.”[5]

A las prostitutas se les llama también mujerzuelas, malas mujeres, mujeres públicas, mundanas, pecadoras, galantes, perdidas, de infantería, de mala nota, de la noche, del talón, de la esquina y de la calle, de la vida o de la mala vida, de mal vivir, de la vida alegre, callejeras, golfas, huilas, taconeras, cuzcas, descocadas, aventureras, arrabaleras, ficheras, peladas, cabareteras, masajistas, call girls, viciosas, gatas, pecadoras, coimas, perdidas, ninfas, pupilas, cortesanas, damiselas, rameras, meretrices, hetairas, zorras, perras, viejas, locas, pirujas y putas.

La prostituta es la mujer social y culturalmente estructurada en torno a su cuerpo erótico, en torno a la transgresión. En un nivel ideológico simbólico, en ese cuerpo no existe la maternidad, pues se encuentra pervertida.

Puta deviene en la Femme fatale o “mujer fatal” cuyo origen es francés y significa “mujer desastrosa”, es también “la personificación de la mujer máquina, artificial, mecánica y mortífera”[6],este personaje se identifica también como una villana que usa el maligno poder de la sexualidad para atrapar al desventurado héroe.

En la mujer fatal se funden la vamp de las mitologías nórdicas y las prostitutas mediterráneas. Asimismo, la denominación de femme fatale según Bornay[7], con la que actualmente se designa a un tipo específico de mujer, fue, como ocurre usualmente, un término surgido a posteriori de la concepción del mismo, en la segunda mitad del siglo XIX. Sin duda aparece por primera vez en la esfera literaria y, posteriormente, basándose en ésta, en las artes plásticas.

La mujer fatal ha existido desde la mitología y en el folclor en todas las culturas. Entre los primeros ejemplos que podemos referir en el presente trabajo, se encuentran los personajes judeocristianos tales como: Lilith, quien fuera la primera compañera de Adán, es una diablesa posiblemente de origen asirio-babilónico que pasó a tener posición relevante en la demonología hebraica; es también una seductora y devoradora de hombres, a los que atacaba cuando estaban dormidos o solos[8]. Así también aparece Eva, que comió el fruto prohibido y cuya imagen denominada como madre de todos los vivientes debía aparecer como una figura más respetable para servir de verdadero ejemplo a las jóvenes casaderas[9]. En la mitología Griega encontramos a Pandora, que llevada por la curiosidad, abrió la caja que contenía todos los males para la humanidad; Circe y Cleopatra, todas éstas y muchas que no menciono con características similares y encontradas en las más disímiles culturas.

Algunos de los personajes más polémicos en este sentido fueron Margaretha Gertruida Zelle, mejor conocida como Mata Hari, una bailarina exótica, cortesana y espía durante la Primera Guerra Mundial; la actriz Marlene Dietrich; Mae West, quien en sus inicios fuera llamada The baby vamp; Theda Bara considerada la primera vamp e icono del cine mudo; Greta Garbo; Tallulah Bankhead; Lauren Bacall y Nazimova.

Ahora bien, sin duda, es Lilith la más representativa de la maldad en las mujeres, en el sentido de que es un reptil de símbolos polivalentes, principio de lo femenino y del mal inherente a todo lo terreno, haciendo que ella sea uno de los emblemas más recurrentes de la iconografía de la mujer perversa, tanto en la literatura como en las artes visuales.

Así, la figura de la mujer fatal se hace omnipresente en la cultura occidental a finales del siglo XIX y principios del XX y que como hemos visto, tiene un arraigo cultural antiquísimo.

En el siglo XIX, la figura de la prostituta y de la madame hacen su aparición, primero en la literatura naturalista (S.W. Scott, Dickens, Zola) y posteriormente en las artes plásticas, sin dejar de destacar su presencia también en el cine. En esa época se nos presenta la imagen de la mujer transgresora del orden establecido, la mujer concupiscente que conduce al buen burgués a participar de los placeres prohibidos fuera del lecho matrimonial.

En lo concerniente a la teoría cinematográfica feminista estándar, es en el clásico noir o cine negro, donde la femme fatale toma el papel protagonista, aun que esto implique que será castigada al nivel de la línea narrativa explícita, es decir, es destruida por ser autoafirmativa y por cuestionar la dominación patriarcal masculina por representar una amenaza a esta dominación:

El mito de la mujer fuerte, sexualmente agresiva, permite en primer lugar la expresión sensual de su peligroso poder y de sus temibles resultados, para luego destruirlo, y expresar así la preocupación reprimida que supone la amenaza femenina a la dominación masculina; […] la femme fatale termina por perder incluso capacidad física de movimiento, capacidad para influir sobre el movimiento de la cámara, y a menudo es incluso real o simbólicamente encarcelada por la composición, a medida que se va afirmando y expresando visualmente el control sobre ella, […] a veces bajo la fórmula feliz de la protección de un amante.[10]

Sin embargo, por más que la femme fatale resulte finalmente destruida o domesticada, su imagen sobrevive a su destrucción física como elemento que domina la escena.

Esta apreciación me condujo a investigar cómo es que se incorpora la imagen y representación de la femme-fatale en la obra de diversas artistas contemporáneas, de esta manera encontré a Niña Yhared, quien es una joven artista visual que se ha desarrollado en diversas disciplinas, tales como la escritura de cuento, poesía, dibujo, pintura, fotografía digital, así también, en el campo de las artes no objetuales como performance o arte-acción. Ella retoma la figura de la mujer fatal en uno de sus performances llamado: Se cuidan los zapatos andando de rodillas. Ella describe su obra como una forma de hacer una relectura de manera posmoderna y contemporánea de los iconos del cabaret: “Mi intención era hacer un homenaje al cine mexicano de rumberas, -nos dice- pero a la vez quise dar una mirada femenina y contemporánea de estos estereotipos, cargándolos de un nuevo significado sensual y erótico a través del arte acción. En el cabaret, todos los personajes son mujeres, sumamente fuertes, que juegan y dominan la mirada masculina a placer. En mi obra, continúa Niña Yhared, lo femenino es símbolo de fertilidad, de sensualidad y sexualidad; a partir de esto hago una deconstrucción para crear nuevos símbolos, representando a mujeres de distintas épocas, como la femme fatale o las cantantes de cabaret”.

Cabaret-Performance, es un performance que formó parte de las celebraciones por los cien años del Cabaret Bombay y Niña Yhared se propuso realizar una pieza posmoderna, que lo mismo recuerda al género de la Alemania de entreguerras, de Kurt Weil y Marlene Dietrich, que al cabaret de México en la década de los cincuenta, de Ninón Sevilla y Tongolele, gracias a la flexibilidad que permite un género híbrido como es el performance.

 

 

EDOUARD MANET, “NANA”, OLEO, 154CM X115CM, 1877.

 

 

 

KEES VAN DONGEN, FEMME FATALE, OLEO, 82CM X 61CM, 1905.

 

 

 

 

FOTOGRAMA DEL FILM “DER BLAUE ENGEL”, MARLENE DIETRICH, DIRECTOR JOSEPH VON STERNBERG, 1930.

 

Estereotipo: la víctima

La mujer ha sido una víctima permanente a lo largo de la Historia. La nómina de agravios de que ha sido objeto es muy extensa. Aunque actualmente existan garantías constitucionales de equidad y avances en materia legislativa, persisten en la práctica toda clase de desigualdades y abusos: violencia intrafamiliar, acoso sexual, tráfico de personas que están tipificados como delitos y sus víctimas son preferentemente mujeres.

El concepto de víctima se puede considerar como el más actual de los conceptos que he tratado a lo largo de esta tesis, éste, se desprende del proyecto presente como el fenómeno contemporáneo a tratar y para el cual hay aún dificultades para definirlo con exactitud.

La víctima se muestra de diversas formas, no está claro cuál es el origen de la palabra víctima. Podemos mencionar el término victus, que significaalimento; podría ser también que viniese de vieo (atar con juncos; formaba parte del ritual) y en tal caso, significaría atado, inmovilizado.

Podría ser también que la palabra proviniese de vincere, vencer, o también de vincire, que significa atar. Sea cual sea el origen, ahí están alrededor de víctima todos estos conceptos que tanto por separado, como en conjunto se le pueden aplicar perfectamente, aunque no sería extraño que estuviesen todos estos términos emparentados.

La razón de ser de la víctima es ser sacrificada (sacrum facere), es decir, hacer con ella una cosa sagrada. En primer lugar porque el victus, el alimento ha de ser santificado mediante un ritual; y en segundo lugar, porque la tribu necesita hacer víctimas para mantenerse fuerte y unida o en todo caso, para marcar distancias respecto a éstas. Por ello es preciso que la víctima cargue con las culpas de todo aquello que perjudica a la tribu. La tribu nunca puede ser responsable de sus propios males, nunca ha de autocastigarse. Para eso están las víctimas, para cargar sobre ellas todas las culpas.

Hablar de la víctima sugiere hablar de violencia, ésta es entendida como una conducta intencional y dañina, ejercida sobre alguien en particular, previamente liberada y dirigida, puede ser activa o pasiva. (En México, los índices de violencia, corrupción e impunidad han crecido en las últimas décadas; el narcotráfico y la delincuencia organizada han sistematizado el “baño de sangre”, los medios de comunicación masivos difunden como espectáculo, la ola de ejecuciones, operativos, etc.) El término víctima, se refiere a todo ser viviente destinado al sacrificio. Desde el punto de vista utilizado habitualmente, una víctima, es la persona que sufre daño o perjuicio, que es provocado por una acción, ya sea por culpa de otra persona, o por fuerza mayor.

En palabras de Lipovetsky, la fiebre victimista: “es una epidemia de naturaleza y amplitud inéditas que se ha adueñado del Nuevo Mundo”[11]. El fenómeno corresponde en primer lugar a la deriva del derecho de responsabilidad, que lleva a un número cada vez mayor de ciudadanos y de consumidores a dárselas de víctimas de servicios, productos o acciones diversas, a designar culpables y responsables tanto individuales como institucionales, a emprender acciones judiciales, a reclamar una indemnización por daños directos o indirectos. Aunque también designa una nueva sensibilidad feminista que recalca el calvario que sufren las mujeres y denuncia la espiral de las agresiones criminales de las que son objeto.

Un ejemplo lo marca las estadísticas en Estados Unidos donde casi una, de cada dos mujeres, ha sido violada o ha sido víctima de algún intento de violación; el 40% son objeto de acoso sexual; 150 mil mueren cada año de anorexia, martirizadas por la tiranía de la delgadez; el 28 porciento de las parejas confiesan relaciones violentas, y; el 50 porciento de las mujeres han sido golpeadas el menos una vez durante su vida en pareja; uno de cada siete maridos ejerce sus prerrogativas mediante la brutalidad; los crímenes sexuales se incrementaron en un 160 porciento entre 1976 y 1984; las violaciones declaradas progresan cuatro veces más a prisa que la tasa de criminalidad global. Datos que autorizan a las ultrafeministas a hablar, sin prestar demasiada atención a los matices, de “guerra contra las mujeres.”[12]

Este asunto referente a las violaciones, ilustra de manera ejemplar el complejo victimista contemporáneo. Es sorprendente ver que dichas violaciones son perpetradas por allegados de la víctima. Este tipo de violación se conoce con el nuevo nombre: date rape, la violación entre íntimos y esto constituye el núcleo del nuevo espíritu victimista.

La cultura victimista se construye, según un estricto maniqueísmo como que todo hombre es potencialmente violador y hostigador, y que toda mujer es una oprimida. Mientras que los hombres son lúbricos, cínicos, violentos, las mujeres aparecen como seres inocentes, bondadosos, desprovistos de agresividad. Todo el mal proviene del macho. Ni siquiera la relación sexual en sí, escapa a esta presunta disquisición. El falo es un arma, y toda penetración de un hombre a una mujer se asemeja a una violación.

En México también existen altos índices de violencia hacia la mujer, el asunto más abominable de la historia criminal de todos los tiempos, se ha suscitado en Ciudad Juárez, ciudad fronteriza al norte de México, frente a El Paso, en Texas, donde más de 300 mujeres han sido asesinadas de acuerdo a un ritual inmutable: secuestro, tortura, crueldades sexuales, mutilaciones, estrangulamiento. Desde hace diez años, a un ritmo promedio de dos cadáveres mensuales, se descubren en los suburbios de la ciudad cuerpos de mujeres, adolescentes y niñas- desnudos, lastimados, desfigurados-. Los investigadores más serios piensan que se trata de la acción de dos "asesinos en serie", psicópatas, que siguen sin ser hallados. Otro ejemplo se denuncia en la mayor parte de los anuncios políticos, donde las mujeres son presentadas como víctimas, se observa la imagen de la mujer desde la victimización, siendo ellas las más afectadas por un problema como la falta de servicios de salud, desempleo, aborto y violencia.

Para concluir este apartado, considero que la víctima es el fenómeno sociocultural convertido en un estereotipo actual, es quizá el punto álgido al que se ha llegado después de tantas imposiciones, omisiones, subyugaciones hacia la mujer, pero sobretodo un tema vigente que seguirá generando líneas de investigación.

 

 

RUSIÑOL, “LA MORFINA” 1894. MUSEO DEL CAU FERRAT.

Bibliografía

BORNAY, Erika, Las hijas de Lilith, Madrid, Editorial Cátedra, 1990.

JUNG, C., Arquetipos e inconsciente colectivo, España, Paidós, 1970.

LAGARDE y de los Ríos, Marcela, Los cautiverios de las mujeres: madresposas, monjas, putas, presas y locas, México, UNAM, 2001.

LIPOVETSKY, Gilles, La tercera mujer, Barcelona, Anagrama, 1999.

SLAVOJ ZIZEK, Lacrimae rerum. Ensayos sobre cine moderno y ciberespacio, Barcelona, Editorial Debate, 2006.

VILLEGAS Morales, Gladys, La imagen femenina en artistas contemporáneas. Una perspectiva no androcéntrica, México, Universidad Veracruzana, 2006.



[a] Profesor Investigador de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo

[1] El concepto de la Gran Madre proviene de la Historia de la religión y abarca las más distintas configuraciones del tipo de una diosa madre. Evidentemente, este símbolo es un derivado del arquetipo de la madre.

[2] La imagen femenina en artistas mexicanas contemporáneas, México, Universidad Veracruzana, 2006, p. 39

[3] C. Jung , Arquetipos e inconsciente colectivo, Barcelona, Editorial Paidós, p. 90.

[4] Marcela Lagarde y de los Ríos, Op. Cit., 559.

[5] Ibidem.

[6] J. A. Pérez Rioja, Diccionario de símbolos y mitos, Madrid, Tecnos, 2000, p. 309.

[7] Erika Bornay, Las hijas de Lilith, Madrid, Ensayos Arte Cátedra, p. 113.

[8] Este aspecto tiene ciertas concomitancias, no sólo con las leyendas de los vampiros, sino también con las perversidades de la novela gótica.

[9] Ibidem, p. 26.

[10] Slavoj Zizek, Lacrimae rerum. Ensayos sobre cine moderno y ciberespacio, Barcelona, Debate, p. 150.

[11] Gilles Lipovetsky, La tercera mujer, Barcelona, Anagrama, p. 63.

[12] Marilyn French, La Guerra contra las mujeres, Barcelona, Plaza&Janes, 1992. Citado por Gilles Lipovetsky, Op. Cit., p. 63.


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