El conocimiento, la investigación y la preservación del patrimonio cultural nos permiten tener una mejor comprensión del legado histórico de generaciones pasadas. A partir de esto, es posible fortalecer la identidad y fomentar el sentido de pertenencia de los pueblos, en reconocimiento y valoración de los que nos fue dejado por nuestros antepasados. Los Teatros Ángela Peralta de la ciudad de Mazatlán Sinaloa y Bartolomé de Medina de la ciudad de Pachuca Hidalgo, ambos construidos en la segunda mitad del siglo XIX, son claros ejemplos de la repercusión sociocultural del rescate y la pérdida del patrimonio cultural.
Palabras clave: Patrimonio cultural, Teatros, Mazatlán, Pachuca.
Knowledge, research and preservation of cultural heritage allow us to have a better understanding of the historical legacy of past generations. From this, it is possible to strengthen the identity and foster the sense of belonging of the peoples, in recognition and appreciation of those left to us by our ancestors. The Theaters Angela Peralta of the city of Mazatlán, Sinaloa, and Bartolomé de Medina of the city of Pachuca, Hidalgo, both built in the second half of the nineteenth century, are clear examples of the sociocultural repercussion of the rescue and loss of cultural heritage.
Keywords:Cultural heritage, Theaters, Mazatlán, Pachuca.
En la diversidad cultural se muestra la riqueza del patrimonio cultural, en la que cada grupo humano reconoce sus valores, sus costumbres y tradiciones. El Artículo 1 de la Declaración Universal de la UNESCO sobre la Diversidad Cultural enuncia en términos generales que “La cultura adquiere formas diversas a través del tiempo y del espacio”, y que el patrimonio de la humanidad debe ser reconocido y consolidado “en beneficio de las generaciones presentes y futuras”.[1]
El concepto de patrimonio cultural es relativamente reciente, y sobre todo la idea de rescatar, recuperar y conservar los bienes culturales, que constituyen parte importante de la historia y la identidad de los pueblos.[2]El valor que se le atribuye a cada uno va cambiando a lo largo del tiempo y del grado de conciencia que posean las personas. Es así que “Está en la mente del ciudadano, donde comienza la batalla por la conservación de su herencia cultural”.[3]
Este artículo es un estudio comparativo de la historia divergente del rescate y la pérdida del patrimonio cultural a lo largo del tiempo, sobre dos teatros de la segunda mitad del siglo XIX: el Teatro Ángela Peralta, de la ciudad de Mazatlán, que fue inaugurado oficialmente el año de 1881, y el Teatro Bartolomé de Medina, de la ciudad de Pachuca, que abrió sus puertas en 1887 y fue demolido en 1943.
El teatro en México tiene sus raíces en los tiempos prehispánicos, pero podemos decir que a partir de la construcción de los grandes teatros a fines del siglo XVIII y principios del XIX se dio un auge en la representación teatral, y posteriormente con el surgimiento del llamado género chico, que mezclaba la cultura popular con la sátira y la música, que llegó a ocupar las marquesinas de los principales teatros de México durante el siglo XIX y parte del XX. A partir de entonces surgieron numerosas compañías de drama y comedia, de zarzuela y opereta, de revistas y variedades, además de grandes figuras del espectáculo.
En un principio las carpas, las tandas con variedades y las vistas cinematográficas constituyeron el divertimento de la población, hasta que se construyeron y diseñaron espacios para tal fin que llegaron a integrarse al entorno urbano: los teatros.
El Teatro Ángela Peralta fue inaugurado el 15 de febrero de 1874 con el nombre de Teatro Rubio, propiedad del empresario Manuel Rubio. En aquel entonces este teatro era una modesta sala popular. Una vez que quedó totalmente terminado, se inauguró oficialmente el 6 de febrero de 1881.
El Teatro Ángela Peralta está ubicado en la calle Carnaval y Constitución, en el número 1204,[4] en el corazón del Centro Histórico de la ciudad de Mazatlán, junto a la Plazuela Machado.
A mediados de 1800 la ciudad de Mazatlán contaba con una sala de espectáculos de una categoría muy pobre; esta sala era el Teatro del Recreo, el cual era llamado así debido a su ubicación en la calle del Recreo que hoy en día es conocida como Constitución, entre las Calles Alquiles Serdán y Benito Juárez. En agosto de 1869, el empresario Manuel Rubio presentó una solicitud al Ayuntamiento de Mazatlán para construir un Teatro en la ciudad. Lo que Rubio buscaba era brindarle a la sociedad mazatleca un espacio que respondiera a sus pretensiosas exigencias de esparcimiento, confort y ostentosidad.
La construcción se inició ese mismo año y fue dirigida por el ingeniero Andrés Librado Tapia. Como apoyo a la obra y a la intención de Manuel Rubio, el Ayuntamiento de Mazatlán acordó con éste condonarle el pago de impuestos municipales durante veinte años, contados a partir de la conclusión de la construcción.
Mazatlán ya contaba en aquel entonces con otros teatros como el Teatro Hidalgo. No obstante, la idea del empresario Rubio era brindarle a Mazatlán un espacio teatral más elegante para las presentaciones de ópera, zarzuela y opereta. Sin embargo, Manuel Rubio no logró ver su idea hecha realidad pues murió en octubre de 1870 en un naufragio a bordo del vapor “El Continental”, cuando se dirigía a San Francisco con la intención de traer desde Europa elementos decorativos para el teatro. A pesar de la trágica muerte de Rubio, su viuda, Doña Vicenta Unzueta continuó la construcción del teatro hasta su inauguración, en la que invirtió alrededor de $70,000.00 en un lapso de un poco más de cinco años.
El 15 de febrero de 1874 el Teatro se inauguró con la presentación de La Campana de Almudaina, drama en tres actos de Juan Palou y Coll, y La Casa de Campo, comedia en un acto de José Sánchez Albarral, a cargo de la Compañía Española de Mariano Luque.
Inmediatamente la viuda de Rubio quien se hizo cargo del teatro, solicitó al gobierno municipal el cumplimiento del decreto de exención de impuestos, a lo cual el Ayuntamiento se negó con el argumento de que el teatro no estaba terminado en su totalidad y que la vivienda junto a éste había dejado de ser casa habitación de la familia Rubio, para convertirse en el Hotel Iturbide.
A través de un largo proceso legal, Doña Vicenta Unzueta fue obligada a vender el inmueble tres años después de su apertura, debido a los adeudos generados por su construcción y la finca del teatro y la del Hotel Iturbide fueron adquiridas por Juan Bautista Hernández, socio de la firma española Hernández Mendía y Asociados, con intereses en el puerto, el 9 de marzo de 1880 por la cantidad de $27000 pesos.[5]
Como era de esperarse, los nuevos dueños del Teatro no dudaron en hacer valer el acuerdo de exención estipulado en 1869 ante el Cabildo, logrando obtener una rebaja en el monto de las contribuciones correspondientes. En lugar de los $43,000.00 solicitados por las autoridades, los nuevos dueños pagaron únicamente $10,000.00.
Entre los años 1879 y 1881 se realizaron importantes obras para concluir los detalles faltantes en el edificio y convertirlo en un teatro lujoso. La remodelación de ventanas, puertas, un segundo piso del pórtico y el tercer nivel de balcones además de otras reparaciones fundamentales estuvieron a cargo de Santiago León Astengo y de los telones escenográficos y otras decoraciones se hizo cargo el pintor Juan Gómez.
Con 1366 localidades y los mejores adelantos de la época, el teatro se inauguró por segunda ocasión el 6 de febrero de 1881, como la sala más elegante del puerto con la presentación de un grupo de alumnas de canto dirigidas por el Maestro Manuel Cataño, empezando con tal acontecimiento el gran éxito del teatro. El 22 de agosto de 1883 se presentó la Compañía Italiana de Ángela Peralta El Ruiseñor Mexicano en el puerto de Mazatlán, siendo recibida en el muelle de la Aduana de la ciudad con el himno nacional para posteriormente ser trasladada al Hotel Iturbide para su hospedaje.
Al día siguiente, el 23 de agosto, la compañía hizo su presentación con la ópera de Verdi, El Trovador, en la que debutó el tenor Fausto Belloti ante un público escaso, pues corrían rumores sobre la propagación de la fiebre amarilla.
El 24 de agosto Ángela Peralta dirigió el ensayo para la representación de la obra Aída, con la que debería hacer su debut, pues tanto el director de escena, el señor Belloti, y el maestro director, Chávez Aparicio, habían sido víctimas de la fiebre. La función debió verificarse esa misma noche, pero fue pospuesta debido al gran número de artistas afectados por la enfermedad.
Al amanecer del día 25 habían fallecido los señores Belloti, Chávez Aparicio y varios artistas. La enfermedad se propagó a tal grado entre los miembros de la compañía que de los 38 integrantes, 15 fueron víctimas mortales.
Desafortunadamente la soprano Ángela Peralta también se había contagiado de fiebre amarilla a bordo del barco en que arribó y no logró hacer su debut en el Teatro. Finalmente, la cantante murió el 30 de agosto del año 1883,[6] en el cuarto número 10 del Hotel Iturbide, localizado a un costado del recinto de las artes, dejando su muerte una gran marca en la historia del teatro y la vida cultural de Mazatlán. A pesar de tal suceso, el éxito del teatro perduró hasta los albores de la Revolución en 1910.
Para el año de 1925 el Teatro anuncia su época de decadencia con la función de box entre Batting Red vs. Kid Melo y empieza también su uso como salón de bailes carnavaleros.
Para 1943, en los años de la Segunda Guerra Mundial, el Teatro Rubio se convirtió en el Cine Ángela Peralta, mismo que operó hasta 1964, iniciándose así su deterioro. Fue también en 1964 cuando el edificio pasó de sala cinematográfica a taller para la construcción de pulmonías (un transporte público local) y carros alegóricos y carrozas reales para las fiestas de carnaval.
Para el carnaval de 1969, el edificio abrió sus puertas por última vez para ofrecer una función de burlesque. Ya desde entonces se conocía la idea de querer reconstruir el teatro y artistas como Carmen Montejo, Amparo Montes y Nati Mistral lo visitaron y ofrecieron regalar un recital a beneficio de su reconstrucción.
Lamentablemente en 1975 Mazatlán padeció con el ciclón Olivia la destrucción de gran parte de la ciudad, resultando el Teatro Ángela Peralta uno de los edificios más afectados por el temporal. El ciclón destruyó el techo de madera del edificio, los balcones y el foro. El Teatro soportó diez años a la intemperie y los árboles de ficus se apropiaron del terreno. No pasó mucho tiempo para que la vegetación tapizara diversas zonas del edificio. El Teatro estaba totalmente en ruinas y era penoso su estado después de haber sido un impresionante recinto. Después de la destrucción del edificio a causa del ciclón, el degradado estado físico del Teatro provocó que se convirtiera en un espacio propicio para los actos delictivos por lo que en 1985 el Ayuntamiento presidido por Quirino Ordaz Luna pretendió su demolición por parecerle un espacio peligroso para la sociedad. Sin embargo y afortunadamente, esa decisión no se ejecutó.
A raíz de esto, ciertos grupos de ciudadanos empezaron a movilizarse con la iniciativa de buscar formas de proteger y rehabilitar el edificio. No obstante, tampoco lograron tener éxito con los proyectos pensados y el Teatro que alguna vez fue un majestuoso recinto de las artes siguió en ruinas.
No fue hasta 1986, después de varios intentos fallidos por la ejecución de algunas ideas y proyectos para lograr el resurgimiento del Teatro, que el verdadero rescate del Teatro Ángela Peralta se inició cuando el presidente municipal de Mazatlán José Ángel Pescador y su esposa lograron motivar al gobernador Francisco Labastida Ochoa y a su esposa la doctora María Teresa Uriarte -directora de Difusión Cultural del Estado- para la realización del proyecto de restauración del recinto.
En 1987 y contra la voluntad de los entonces dueños, las autoridades municipales decidieron rehabilitar el inmueble con todas las de la ley. Así inició el proceso de reconstrucción, que incluyó la negociación para la adquisición del inmueble.
El rescate del inmueble del Teatro Ángela Peralta fue encabezado por el Ayuntamiento de Mazatlán y el grupo Amigos del Teatro Ángela Peralta, A.C., con Antonio Haas como presidente, quienes encabezados por la señora Efigenia Hernández, esposa del presidente municipal José Ángel Pescador, invadieron el predio en ruinas propiedad de Édgar Caprioti, quien residía en España.
Los trámites y la remodelación culminaron exitosamente el 23 de octubre de 1992 cuando por tercera vez fue inaugurado este teatro con una producción de la ópera Carmen de Bizet en la cual cantó la compañía de Bellas Artes con artistas invitados y con el maestro mazatleco Enrique Patrón de Rueda como director de orquesta.
Los artistas ofrecieron un concierto para celebrar la reapertura del teatro al público durante la clausura del Primer Festival Cultural Sinaloa. Después de aquella presentación de la soprano, cuatro festivales más se hicieron a la intemperie, otros dos bajo techo y sólo el último, durante el gobierno de Francisco Labastida, se llevó a cabo con el cielo raso carmesí.
Seguido del Tercer Festival Cultural Sinaloa y luego de haber limpiado y consolidado las ruinas, se procedió a la reconstrucción del nuevo foro bajo la dirección del arquitecto Juan José León Loya, mazatleco y miembro de asociación civil Amigos del Teatro Ángela Peralta, A.C.
El Arquitecto Juan José León Loya fue el especialista que diseñó el proyecto de reconstrucción del recinto. Las remodelaciones iniciaron en 1987 y concluyeron cinco años después. Posterior a la culminación del proyecto Loya fue premiado por la Federación de Arquitectos de la República Mexicana en la Segunda Bienal de Arquitectura gracias a su gran labor.
La reconstrucción incluyó la exacta reproducción de las ornamentaciones originales del Teatro y la instalación de la balconería de fierro fundido, de las cuales un 75% eran piezas auténticas. En diciembre del mismo año y aún sin techumbre, el edificio fue abierto al público en una función del Primer Festival Cultural de Sinaloa. Para 1991 la faltante cubierta del edificio fue terminada para iniciar con ello la etapa de equipamiento.
Aunque no se llegó a la “reconstrucción auténtica”, el rescate del Teatro fue exitoso[7] y el resultado final acabó por trascender con mucho el proyecto original pues éste se limitaba al rescate del cascarón del edificio únicamente por el hecho de ser el principal monumento arquitectónico de Mazatlán. No obstante bajo la dirección del arquitecto Loya se logró no sólo restaurar la envolvente del espacio sino también construir en su interior un teatro moderno y bien equipado con todas las ventajas de acústica, isóptica, iluminación y control electrónico de la tecnología teatral.
El Teatro Ángela Peralta cuenta actualmente con un aforo de 841 butacas, un escenario rectangular de 9.81 m x 9.72 m, un telón de boca horizontal, vertical y de cierre italiano en color rojo, un foso para orquesta de 3 x 9 m de ancho y 9.81 m de largo y está dotado con un equipo de iluminación y sonido con tecnología de punta.[8]
El Teatro Ángela Peralta, es actualmente uno de los edificios históricos más importantes de la ciudad de Mazatlán, es el espacio cultural más notable del sur de Sinaloa y está catalogado como Patrimonio Histórico de la Nación en la declaratoria del 19 de diciembre de 1990 por decreto presidencial.
Sin duda alguna, el Teatro Ángela Peralta es un orgullo para la sociedad mazatleca pues además de ser fiel representante de la historia de la ciudad debido a su valor cultural, estético y su excelente estado de conservación, ha logrado posicionarse entre los recintos teatrales más destacados del país.
Una vez creado del estado de Hidalgo en 1869, de inmediato comenzó la idea de construir un Teatro en el que se llevaran a cabo diversos espectáculos en la nueva capital del estado: Pachuca de Soto. Este fue el Teatro del Progreso, en el que en septiembre de 1870 la Sociedad Filarmónica de Pachuca daba ahí sus conciertos.[9] En ese escenario se representaron además obras de teatro, óperas y zarzuelas.
No obstante, para 1887 ya se consideraba este Teatro como “vetusto” e inadecuado por lo que enseguida comenzó la construcción de un nuevo teatro moderno y cómodo. El Teatro del Progreso fue demolido y en su lugar se construyó el Teatro Bartolomé de Medina en honor del sevillano que introdujo el sistema de amalgamación para la explotación de la plata en la región de Pachuca y Mineral del Monte a mediados del siglo XVI.
El sábado 4 de junio de 1881 se anunció la colocación de la primera piedra por parte del Gobernador, el general Francisco Cravioto. Se hizo acopio del material de construcción y participaron veinticinco albañiles y cien peones. Destacó la participación del Sr. Manuel de Drusina, socio y tesorero de la empresa de construcción. Según la nota del Periódico Oficial del Gobierno del Estado de Hidalgo, “conforme al plano de la obra, la solidez nada deja que desear, y la belleza arquitectónica corresponderá al gusto de la época”.[10]
El Teatro Bartolomé de Medina se localizaba en el callejón Colón, al sur de la Plaza de la Independencia, que unía las calles de Los Mesones (hoy Matamoros) y de la Cárcel (hoy Allende) y delimitaba una explanada llamada Plazuela del Carbón, que finalmente desapareció para dar cabida al que se le nombró “El Coliseo de Matamoros”.
El 15 de enero de 1887 se inauguró el elegante teatro que contaba con “magníficas decoraciones pintadas por el Sr. Herrera, primer escenógrafo mexicano, por la buena colocación de las lunetas y por el gusto con que está decorado, ha respondido al deseo que el público de esta capital tenía de un teatro cómodo y elegante.” Se comparaba entonces con el teatro Arbeu de la ciudad de México, pero el Teatro Bartolomé de Medina le superaba “en arte y gusto”.[11]
La obra fue dirigida por el ingeniero Ramón Almaraz y concluida por el italiano Cayetano Tangassi, mientras que la decoración estuvo a cargo del escenógrafo mexicano Jesús Herrera y Gutiérrez.[12]La fachada se terminó en el año de 1891, en la que se usó la famosa cantera blanca de Tezoantla de Mineral del Monte.[13]
El Teatro Bartolomé de Medina contaba con salón de teatro, foro, caseta destinada al cinematógrafo, cuartos de artistas, salones superiores, cuarto del conserje, bodegas y otras dependencias, además de servicio de restaurante y cantina.[14]
El gobierno estatal arrendaba el Teatro a empresas o empresarios para ofrecer espectáculos que no fueran contra la moral, la ley o las buenas costumbres.[15] El empresario debía presentar tres temporadas al año de ópera, drama, comedia o zarzuela, y durante el periodo restante se podían exhibir variedades y películas cinematográficas.
En 1911 el Gobierno cedió el Teatro Bartolomé de Medina al Sr. Camilo Santillán y le ofreció el alumbrado por un mes para la actuación de la Compañía Dramática “Rosa Arriaga”.[16]Posteriormente otros empresarios arrendaron el teatro como José Iracheta, Adolfo Roldán, Luis R. González, Domingo de G. Ramírez, David Bustamante, Rafael Vargas y Enrique Pineda. Fue durante el periodo de este último empresario cuando el Teatro Bartolomé de Medina ofreció espectáculos de talla internacional que imprimieron a la ciudad de Pachuca un notable auge cultural.
A fines del siglo XIX las compañías de drama y comedia tuvieron gran éxito entre el público pachuqueño, lo mismo que las tiples cómicas como Prudencia Griffel y las cantantes de opereta como Esperanza Iris. Entrado el siglo XX se presentaron espectáculos de gran calidad como el guitarrista español Andrés Segovia y los Coros Ucranianos, además de las zarzuelas interpretadas por las artistas Lupita Inclán y Lupita Rivas Cacho. Las compañías de revistas conquistaron al público pachuqueño, sobre todo la compañía que dirigía el Cuatezón Beristáin, con su “Alegre farándula”.[17] En cuanto a conciertos y recitales, los ofrecidos por la Banda del Estado de Hidalgo bajo la dirección de Manuel Rosas lograron el reconocimiento y el cariño del público en general. En el cine, Rodolfo Valentino arrancaba los suspiros de las damas y las matinés infantiles fueron aplaudidas por el público infantil.
En el Teatro Bartolomé de Medina también se presentaron con gran éxito artistas hidalguenses, por ejemplo, el joven escritor Genaro Guzmán Mayer, la mencionada Banda del Estado de Hidalgo, la Típica Luna, el Quinteto Luna y el Quinteto Bohemio, dirigido por el señor Othón López. En ese lugar se interpretó La Lira Ixmiquilpana, de Marciano Ramos, y se oyeron los discursos de Alfonso Cravioto, Alfonso Teja Zabre y Alfonso Mejía Schroeder.
En el Bartolomé de Medina también se conmemoraron los aniversarios luctuosos de Francisco I. Madero (21 de febrero) y de Benito Juárez (18 de julio), además de la celebración de los aniversarios de la promulgación de la Constitución de 1917 (5 de febrero), la Batalla de Puebla (5 de mayo) y las fiestas patrias (15 y 16 de septiembre). Destaca la velada que organizó el maestro Manuel Rosas en el año de 1930, en honor del profesor Francisco Noble por su fallecimiento.
Después de que el señor Pineda dejó de arrendar el teatro comenzaron a presentarse peleas de box y de luchas, por lo que el Teatro-Cine Pineda y el Cine Iracheta, administrados por el mismo Pineda, albergaron a las compañías de teatro, ópera y funciones de cine. A partir de entonces, comenzó la decadencia tanto del Teatro Bartolomé de Medina como de los espectáculos en la ciudad. A partir de 1936 no se presentaron espectáculos en el teatro, a excepción de festivales escolares y mítines políticos.[18]
Durante las décadas de los veinte y los treinta del siglo pasado, el box y la lucha libre desplazaron paulatinamente al teatro y a los conciertos, por lo que los espacios tuvieron que adecuarse a los nuevos espectáculos. Entre las figuras del box podemos citar a Aurelio Escamilla, Kid Joe, Ismael Villareal y Joe Russ.
El Teatro Bartolomé de Medina dio cabida a todo público, de todos los estratos sociales y económicos, incluso se ofrecían espectáculos gratuitos y de caridad. Nadie quedaba afuera, el público en general tenía acceso a la cultura y al arte, según la política Vasconcelista de inclusión sociocultural.
Como sucedió con su antecesor, el Teatro del Progreso, a principios de 1943 ya se anunciaba la desaparición del “vetusto” Teatro Bartolomé de Medina. Por desgracia, en ese año el “Coliseo de Matamoros” fue demolido, siendo Gobernador José Lugo Guerrero, y dio inicio la construcción del nuevo Cine Reforma, al que por su falta de estética se le llamó “el adefesio Reforma”.
El teatro y una gasolinera adjunta, que eran propiedad del Gobierno del Estado, fueron vendidos a la Compañía Cine Reforma de Pachuca, S. A. por la suma de $225000 pesos. La nota periodística asegura que la fachada se conservaría como una “reliquia histórica”, ya que “el Bartolomé de Medina fue el único Teatro con que contaba la ciudad y en el que desfilaron artistas de fama mundial y se desarrollaron varios actos relevantes de nuestra vida contemporánea”.[19]
Por azares del destino, el empresario Enrique Pineda moría al mismo tiempo que el teatro que por muchos años operó. Pineda, natural de Real del Monte, falleció el día 27 de enero de 1943, víctima de la diabetes, a los 72 años de edad. De raíz humilde, hizo una fortuna dedicándose al monopolio de los espectáculos en el Teatro Bartolomé de Medina y losCines Pineda (antes Cine Rojo) e Iracheta, además de emprender otros negocios. A él se debió la actuación de numerosas compañías teatrales y artistas como Esperanza Iris, Virginia Fábregas, Felicidad Pastor, Valentín Asperó, César Sánchez, Alberto García Domínguez y las variedades de las hermanas Arozamena.[20]
El empresario Enrique Pineda. Fuente: Periódico El Observador. “Fotografía inédita”. 29 de enero de 1943, p. 1.
La vida cultural de Mazatlán y de Pachuca a fines del siglo XIX y principios del XX fue notable. En los escenarios de los Teatros Ángela Peralta y Bartolomé de Medina se presentaron funciones y espectáculos de gran calidad escénica. A pesar de que su origen se debió a causas diferentes, el primero debido a su posición como puerto comercial y el segundo a los resabios de la explotación minera, en ambos se presentaron espectáculos de primer nivel que marcaron la vida social y cultural de sus ciudades.
Podemos decir que fue durante el último periodo porfirista, incluso en buena parte de la etapa revolucionaria, cuando el teatro vivió un apogeo inusitado, sobre todo en estas ciudades en las que la vorágine de la Revolución no caló tan profundamente en sus poblaciones.
La presencia de empresarios como Manuel Rubio en Mazatlán y Enrique Pineda en Pachuca fue esencial no sólo para materializar la idea de un teatro, sino también para ofrecer al público entretenimientos de talla internacional. Por desgracia, los espectáculos del box y la lucha libre que se sucedieron a fines de la década de los veinte del siglo pasado amenazaron las construcciones teatrales y en el caso de Pachuca fue una de las causas por la que se decidió su demolición, terminando con esto una gloriosa etapa artística y cultural. El Teatro Ángela Peralta por el contrario, logró sobrevivir a la destrucción gracias a que la sociedad civil ejerció presión para conservar las ruinas, remodelar y restaurar el famoso teatro, a cambio de demoler y construir uno nuevo. Esto marcó la diferencia entre ambas ciudades. Es precisamente en el año de 1943 cuando el Teatro Rubio cambia de nombre al de Ángela Peralta, y el que marca el fin del Teatro Bartolomé de Medina. A partir de entonces, la vida cultural de ambas ciudades siguió rumbos diferentes.
Hay que mencionar que la soprano Ángela Peralta llegó a Pachuca y se presentó en el año de 1879 en el Teatro del Progreso.[21]Debido a su muerte prematura, no llegó a conocer el Teatro Bartolomé de Medina.
En la actualidad, el Teatro Ángela Peralta cuenta con tecnología de punta para seguir brindando espectáculos de calidad artística y cultural. La pérdida del Teatro Bartolomé de Medina, en cambio, marcó un vacío en la ciudad de Pachuca, que aún ahora todavía no es posible llenar.
Una historia divergente que define el rescate o la pérdida del patrimonio cultural de un pueblo: la sociedad civil de Mazatlán se opuso a la demolición de su teatro, mientras que en la ciudad de Pachuca la población veía impasible cómo se destruía su antiguo teatro. El patrimonio cultural debe estudiarse desde una perspectiva histórica, para reconocer los aciertos, o bien, evitar los errores del pasado.
[1]María del Carmen Díaz Cabeza. (2010). Criterios y conceptos sobre el patrimonio cultural en el siglo XXI. Argentina: Universidad Blas Pascal. Publicaciones de la UBP. Serie Materiales de Enseñanza. Año 1, Núm. 1. p. 8.
[2]Ver Ciro Caraballo Perichi. (2011). “La memoria de la muerte como patrimonio colectivo. Hacia una cultura de paz”, en Patrimonio Cultural. Un enfoque diverso y comprometido. México: UNESCO. pp. 152-155.
[3]Ciro Carballo Perichi. (2011). “Valores patrimoniales. Hacia un manejo integral y participativo”, en Patrimonio Cultural. Un enfoque diverso y comprometido. México: UNESCO. p. 33.
[4]CONACULTA. (2007). Diagnóstico de infraestructura cultural de México. Sistema de información cultural. Diagnóstico de infraestructura cultural. México.
[5]López, M. (2007). Terrenos, fincas y propietarios de Mazatlán. 1877-1911. Universidad Autónoma de Sinaloa, Facultad de Historia. Editorial Burócratas. México.
[6]Rigoberto Arturo. (2009). Mazatlán en el siglo XIX. Universidad Autónoma de Sinaloa, Facultad de Historia. Editorial Juan Pablos, 1ª. edición. México.
[7]Cisneros, P. T. (2015). El escenario posmoderno del turismo cultural. Caso: Centro Histórico de Mazatlán. Universidad Autónoma de Sinaloa. Editorial Juan Pablos, 1ª. edición. México.
[8]CONACULTA. (2007). Diagnóstico de infraestructura cultural de México. Sistema de información cultural. Diagnóstico de infraestructura cultural. México.
[9]Periódico Oficial del Gobierno del Estado de Hidalgo. “Gran Concierto”. 24 de agosto de 1870. Tomo II, Núm. 62, p. 4.
[10]Periódico Oficial del Gobierno del Estado de Hidalgo. “Teatro Bartolomé de Medina”. Pachuca, Sábado 4 de junio de 1881. Tomo XII, Núm. 6, p. 1.
[11]Periódico Oficial del Gobierno del Estado de Hidalgo. Pachuca. 20 de enero de 1887, Tomo XX, Núm. 3, p. 37.
[12]Lorenzo Monterrubio, Antonio (1995). Arquitectura, urbanismo y sociedad en Pachuca (periodo del Porfiriato). Gobierno del Estado de Hidalgo, Secretaría de Educación Pública de Hidalgo, Consejo Estatal para la Cultura y las Artes. Colección Orígenes. México. pp. 174-175.
[13]Manzano, Teodomiro. (2009). Anales del Estado de Hidalgo. Segunda parte (1869 a marzo de 1927). Estudio introductorio de Juan Manuel Menes Llaguno. Colección Bicentenario. Comisión Especial Interinstitucional para conmemorar el Bicentenario de la Independencia Nacional y el Centenario de la Revolución Mexicana de 1910. Gobierno del Estado de Hidalgo. México. p. 72
[14]Lorenzo Monterrubio, Carmen. (2010). “El Teatro Bartolomé de Medina. La vida cultural de Pachuca durante el periodo revolucionario y posrevolucionario”, en Independencia y Revolución Mexicana en el Estado de Hidalgo. Antología. Colección Bicentenario. Gobierno del Estado de Hidalgo. Comisión especial interinstitucional para conmemorar el Bicentenario de la Independencia Nacional y el Centenario de la Revolución Mexicana de 1910. México. pp. 117.
[15]Periódico Oficial del Gobierno del Estado de Hidalgo. Pachuca. 24 de abril de 1916. Tomo ILIX, Núm. 15, pp. 3-4, según las bases del contrato de arrendamiento del 15 de abril de 1916.
[16]Periódico Oficial del Gobierno del Estado de Hidalgo. “Compañía Dramática”. 24 de septiembre de 1911. Tomo XLIV, Núm. 70, p. 3.
[17]“El Cuatezón Beristáin en la Cd. de Pachuca. Como siempre viene al frente de una homogénea Cía.” Periódico El Observador. 3 de junio de 1929. p. 4.
[18]Lorenzo Monterrubio, C. (2010). “El Teatro Bartolomé de Medina…”, pp. 122-123.
[29]Periódico El Observador. 2 de enero de 1943, p. 1.
[20]Periódico El Observador. 29 de enero de 1943, p. 1.
[21]Manzano, Teodomiro. (2009). Anales del Estado de Hidalgo…, p. 59.
Fuentes documentales
Archivo Histórico del Estado de Sinaloa (AHES).
Archivo Histórico del Municipio de Mazatlán (AHM).
Periódico El Observador. Pachuca, Hgo.
Periódico Oficial del Gobierno del Estado de Hidalgo.
Impresos
Caraballo Perichi, Ciro. (2011). “La memoria de la muerte como patrimonio colectivo. Hacia una cultura de paz”, en Patrimonio Cultural. Un enfoque diverso y comprometido. México: UNESCO.
Cisneros, P. T. (2015). El escenario posmoderno del turismo cultural. Caso: Centro Histórico de Mazatlán. Universidad Autónoma de Sinaloa. Editorial Juan Pablos, 1ª. edición. México.
CONACULTA. (2007). Diagnóstico de infraestructura cultural de México. Sistema de información cultural. Diagnóstico de infraestructura cultural. México.
Díaz Cabeza, María del Carmen. (2010). Criterios y conceptos sobre el patrimonio cultural en el siglo XXI. Argentina: Universidad Blas Pascal. Publicaciones de la UBP. Serie Materiales de Enseñanza. Año 1, Núm. 1.
López, M. d. J. L. (2007). Terrenos, fincas y propietarios de Mazatlán. 1877-1911. Universidad Autónoma de Sinaloa, Facultad de Historia. Editorial Burócratas. México.
Lorenzo Monterrubio. Antonio. (1995). Arquitectura, urbanismo y sociedad en Pachuca (periodo del Porfiriato). Gobierno del Estado de Hidalgo, Secretaría de Educación Pública de Hidalgo, Consejo Estatal para la Cultura y las Artes. Colección Orígenes. México.
Lorenzo Monterrubio, Carmen. (2010). “El Teatro Bartolomé de Medina. La vida cultural de Pachuca durante el periodo revolucionario y posrevolucionario”, en Independencia y Revolución Mexicana en el Estado de Hidalgo. Antología. Colección Bicentenario. Gobierno del Estado de Hidalgo. Comisión especial interinstitucional para conmemorar el Bicentenario de la Independencia Nacional y el Centenario de la Revolución Mexicana de 1910. México. pp. 115-129.
Manzano, Teodomiro (2009). Anales del Estado de Hidalgo. Segunda parte (1869 a marzo de 1927). Estudio introductorio de Juan Manuel Menes Llaguno. Colección Bicentenario. Gobierno del Estado de Hidalgo. Comisión Especial Interinstitucional para conmemorar el Bicentenario de la Independencia Nacional y el Centenario de la Revolución Mexicana de 1910. México.
Rigoberto, Arturo, R. A. (2009). Mazatlán en el siglo XIX. Universidad Autónoma de Sinaloa, Facultad de Historia. Editorial Juan Pablos, 1ª. edición. México.
[a]Estudiante de la Maestría en Arquitectura y Urbanismo, de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Autónoma de Sinaloa.
[b]Doctora en Historia. Profesora investigadora del Instituto de Artes de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo.
[c]Doctor en Historia. Profesor investigador del Instituto de Artes de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo.