
Leyendas mexicanas: terror y riqueza cultural
Por Miguel Rosales Tenorio
Fotografía: Miguel Rosales Tenorio y Alejandra Zamora Canales

México es un país con una rica tradición oral, en donde las leyendas persisten a través del tiempo y juegan un papel fundamental dentro de la cultura nacional, contribuyendo a la construcción de la identidad mexicana. Por esta razón, en la edición del mes de noviembre de la Revista Gaceta UAEH, nos sumergimos en el terror y lo sobrenatural que caracterizan el mundo de las leyendas mexicanas.
Las leyendas caminan a nuestro lado, susurrando secretos que van de boca en boca con el paso de los años, así es como sobreviven. Son relatos vivos que recuerdan fragmentos de historias que nos invitan a reflexionar sobre nuestro comportamiento a través de explorar lo desconocido, pero entrelaza lo fantástico y sobrenatural con la realidad. El que estén basadas en hechos o personas reales es su sello y es lo que las hace diferentes de los cuentos o mitos.
Dentro de todas las leyendas que aguardan en los rincones de nuestro país, destacan aquellas que tienen como protagonistas a los enigmáticos nahuales. Según Sergio Sánchez Vázquez, antropólogo de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo (UAEH), estos seres son personas que cuentan con la capacidad de transformarse a voluntad en un animal.
El antropólogo Garza nos explica que, durante la época prehispánica, algunas personas se transformaban en nahuales, quienes poseían rasgos de serpientes, coyotes y guajolotes, es decir, animales que existían en aquel periodo. Posteriormente, tras la colonización de América y la introducción de animales de Europa, las descripciones cambiaron, pues la gente afirmaba ver nahuales con características de cerdos, mulas y perros.

Sergio Sánchez Vázquez, antropólogo de la UAEH.
Derivado de estas ideas, comenzaron a surgir creencias populares que se fueron arraigando con el paso del tiempo, como que si salías a altas horas de la noche y te encontrabas con un perro, debías tener cuidado, porque lo más probable es que fuera el vecino que se había convertido en nahual, quien necesitaba la oscuridad de la noche para poder actuar libremente y sin testigos.
En otro relato, una mujer aprovechaba la ausencia de su marido para llevar a cabo maldades. Se despojaba de sus piernas para transformarse en un guajolote y, bajo esta forma, espiaba a niñas y niños para después “chuparlos”. Luego regresaba a su casa y se ponía las piernas para recuperar su forma humana. Sin embargo, una noche su esposo llegó antes de lo normal y, al encontrar las piernas en el suelo junto a un guajolote, decidió quemar las piernas para evitar que se transformara. Esta leyenda permite plasmar la idea de que los nahuales representan el alter ego que tienen todos los seres humanos.
“Las leyendas establecen las bases de la cultura, explicando cómo debe funcionar y a qué normas debe sujetarse. A través de ellas se transmiten no solo códigos de conducta, sino también valores culturales de la comunidad. Las leyendas son componentes de nuestra cultura e identidad; si se pierden, también se pierden nuestros elementos identitarios”, afirma el antropólogo Garza.

Hoy en día, las leyendas siguen vivas, transformándose de acuerdo al lugar y a las circunstancias. Ante esto, Sánchez Vázquez nos expone que esto se puede entender desde la visión del antropólogo Levi-Strauss, quien señaló que el ser humano tiende a pensar en opuestos, es decir, bueno y malo, feo y bonito, etc. Por ello, una misma leyenda nace en un grupo determinado y al viajar, se reinventa con algunas modificaciones. Sin embargo, la esencia de la historia sigue siendo la misma.
Otra leyenda muy popular e icónica de nuestro país es la leyenda de La Llorona, la cual tiene sus orígenes en la tradición mesoamericana. Esta historia cuenta que, entre los canales de la ciudad de Tenochtitlan, aparecía una mujer vagando vestida de blanco, gritando: “¡Ay, mis hijos!”, “¿Qué haré con mis hijos?”, “¿A dónde los llevaré?”, “¿Qué va a pasar con ellos?”, presagiando con ello que la ciudad iba a caer ante el poderío español.
Durante la Colonia, se retomó la misma idea de La Llorona. En esta nueva versión, una mujer estaba perdidamente enamorada de un español que no correspondía sus sentimientos debido a los hijos que ella tenía. Ante esto, ella decide ahogarlos en un río en un intento por eliminar cualquier obstáculo; pero después de la fatídica decisión, quedó atormentada por el acto que cometió, deambulando por la ciudad en busca de sus hijos y lamentándose eternamente su crimen.
El docente Garza menciona que la razón por la cual las leyendas han evolucionado a lo largo de la historia, es porque la cultura es dinámica, no es estática, se adapta y se enriquece con el pasar de los años. El antropólogo social Félix Báez-Jorge lo llama “refuncionalización simbólica”, concepto para decir que el ser humano toma elementos simbólicos de una cultura o época pasada para darles un nuevo significado.
“Las leyendas se ajustan a cada momento de la historia, adecuándose a las diferentes influencias culturales, así como La Llorona se adaptó de la época prehispánica a la Colonial y de ésta a la actualidad. Las leyendas se adaptan en la medida de lo posible, modificándose y transformándose”, refiere el investigador Garza.
Estas narraciones orales son parte importante de nuestra identidad, porque reflejan el modo de pensar de las comunidades en momentos determinados y situaciones específicas. Aunque algunas leyendas son nuevas, otras han permanecido o se han modificado con el paso del tiempo, pero cada una de ellas es representativa de nuestra historia y tradición, por eso es importante preservarlas y seguirlas transmitiendo a las nuevas generaciones.
