Gaceta UAEH

Atlachinolli


Atlachinolli 1

Por Sara Gabriela Castañeda Ahuatzin
Estudiante de la Licenciatura en Comunicación
Arte: Dirección de Imagen y Mercadotecnia UAEH


En esta ocasión en la sección “Atlachinolli”, la alumna Sara Gabriela Castañeda Ahuatzin, del Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades (ICSHu), comparte un cuento corto de su autoría. Actualmente Sara cursa el sexto semestre de la Licenciatura en Comunicación.

Pesadilla Mexicana

Desperté desorientada y con la garganta ronca. Intenté levantarme lentamente examinando la sala de la casa, donde estaba acostada, tal vez eran las 4:00 de la tarde por la orientación del sol. Tomé mis lentes rápidamente y enfoqué todo el lugar de inmediato

No recordaba nada, pero tenía un dolor terrible en la mandíbula y en la sien, intenté abrir la boca como para aligerar el dolor, los dientes me dolían aún más que la mandíbula; ¿qué me había pasado? Al fin escuché un ruido en la concina, era mi mamá, se acercó caminando y me miró con los ojos como platos y me dijo rápidamente - ¿cómo estás? – sonrió.

Pero esa no era mi madre, solo estaba ahí su voz, era como una visión de mí, pero de unos 50 años, me aterró verla, aún así le respondí.

- ¿Qué paso? – le dije aclarando la garganta – no recuerdo nada.

- ¿En serio no recuerdas nada? – me dijo sorprendida y yo negué con la cabeza – Estábamos arreglando el jardín, dejaste el rastrillo en el suelo, cosa que siempre te he dicho que no hagas, cuando te levantaste lo pisaste, te pusiste roja como jitomate y de pronto te desvaneciste, te caíste al suelo y te golpeaste la cabeza por el impacto, te metimos cargando a la casa y eso paso ayer por la tarde. -

Ya comenzaba a recordar lo que había pasado, sí estábamos en el jardín. De pronto un miedo invadió mi mente, ¿había dormido un día?, no traía la misma ropa con la que estaba arreglando el jardín, ¿será que esa señora me había cambiado? ¿me habrían bañado? De pronto se me erizó toda la piel por saber que me habían tocado sin mi consentimiento, intenté con disimulo tocarme la entrepierna mientras me sentaba; sentí un dolor en la pelvis y un ardor terrible en la vagina. Era obvio habían abusado de mí.

- ¿Ya pudiste recordar? – me dijo mirándome fijamente. – Hum no – dije confundida.

- En serio te golpeaste muy duro ¿verdad? – dijo burlándose – tranquila que yo te cuidaré.

Se acercó y con su mano me recorrió el brazo hasta tocar mi mandíbula, yo quité su mano y la vi a los ojos como un espejo, eran mis propios ojos los que veía, me levanté de golpe y perdí el equilibrio. – Me quiero ir – le dije.

-No importa el lugar a donde vayas – dijo con voz macabra – el abuso y tu dolor no se irán cuando salgas de aquí.

Desperté hiperventilada, todo había sido una pesadilla, estaba en mi cama, pero al sentarme el dolor del abuso seguía presente. Intenté golpearme, pellizcarme para saber si este era otro sueño, me levanté con torpeza y corrí descalza hacia la cocina, tomé un vaso de agua y me lo tiré encima.

Desperté de nuevo… pero el dolor seguía, ¿qué clase de pesadilla era esta? La ansiedad me invadió, me levanté, pero esta vez ahí estaba mi madre, la auténtica; tenía una cara de tristeza que nunca había visto. - ¿Qué pasó? – le pregunté.

Y me empezó a contar una historia como sacada de un periódico, de una mujer adulta de apenas 21 años llamada Sara, quien fue secuestrada por una semana y hallada con indicios de maltrato y abuso sexual; la abandonaron en una carretera cercana a su casa, solo con ropa interior e inconsciente. Una persona cuyo nombre era anónimo la encontró y la reportó con la policía; su madre desconsolada fue a recogerla, sabiendo que aún no se encontraba algún culpable ante la investigación.

Me negué y regresé a mi cuarto, azoté la puerta con todas mis fuerzas e hincada en el suelo supliqué con lágrimas para pedirle al universo que no fuera real.

-No soy yo – me dije a mi misma – ¡no puedo ser yo!



Atlachinolli 2