Gaceta UAEH

Luciérnaga
Ser mujer, adulta mayor y lesbiana: la triple discriminación invisibilizada


Luciérnaga

Por Gloria de Guadalupe Salinas Pérez y
Maestra María Eugenia Zaleta Arias
Colaboración Especial de la Dirección de Divulgación de la Ciencia
Fotografía: Especial


El envejecimiento demográfico es un fenómeno originado por el descenso en el número de nacimientos y el aumento en la expectativa de vida. En 2022 se estimó que en México viven 17 millones 958 mil 707 personas de 60 años y más (personas adultas mayores). Es decir, el 14% de la población total del país, de acuerdo con la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo 2022 (ENOE). De esta forma, cada vez habrá más personas adultas mayores.

Cada vez vivimos más, sin embargo, esto no significa que vivamos mejor. En México, 16% de las y los adultos mayores sufre rasgos de abandono y maltrato, 20% de ellos vive en soledad y, según la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición 2012, 25% estaba en condiciones bajas de bienestar y casi 20% en muy bajas. Las pensiones, en su mayoría, son insuficientes para garantizar una vida digna y los sistemas que las manejan no están preparados para el cambio demográfico.

Por otro lado, esta situación de vulnerabilidad es más grave cuando se pertenece a la comunidad LGBT (Lesbianas, Gays, Bisexuales y Trans), pues en muchos casos hay redes de apoyo reducidas, inestabilidad laboral a lo largo de la vida, rechazo familiar, mayor prevalencia de ansiedad y depresión, así como salud más deteriorada debido al estrés de minoría, concepto creado por el psiquiatra epidemiólogo estadounidense Ilan Meyer en 1995 y que apareció por primera vez en su artículo “Minority stress and mental health in gay men en el Journal of Health and Social Behavior”.

Además, en el caso de las lesbianas se vive triple discriminación, pues al ser lesbiana, mujer y “vieja” (término reivindicado por la escritora feminista española Anna Freixas en diversas de sus obras, especialmente en Yo, vieja publicada en 2021) interactúan la lesbofobia, la misoginia y el edadismo. El concepto de interseccionalidad, creado por la teórica afrofeminista Kimberlé Crenshaw en 1989, explica, por ejemplo, cómo la misoginia y el edadismo interactúan creando múltiples niveles de injusticia social, es decir, una doble discriminación.



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Este concepto da una comprensión más profunda de la desigualdad social, pues estudia la interacción de las identidades sociales en las personas, como género, raza, orientación sexual, religión, edad, estatus socioeconómico, discapacidad, y sus respectivas formas de opresión o discriminación como misoginia, racismo, homofobia o lesbofobia, opresión religiosa, edadismo, clasismo y capacitismo.

La vivencia de varios tipos de opresión y discriminación al mismo tiempo vulnera aún más a personas de grupos marginados y tiene consecuencias en sus derechos humanos, por lo cual, es importante trabajar por la inclusión, la no estigmatización, así como generar estrategias para hacer frente a esta problemática.

En un contexto como el de México, donde se envejece en condiciones adversas, las redes de apoyo social son de especial importancia, pues ayudan a sobrellevar la falta de ingresos y los cuidados requeridos por las personas adultas mayores. Y se ha demostrado que los vínculos sociales permanentes y satisfactorios constituyen un elemento fundamental para la salud y bienestar durante la vejez.

Pero, ¿qué son las redes de apoyo social? Se refieren a los vínculos con personas e instituciones a través de los cuales una persona puede dar y recibir apoyo, ya sea soporte emocional o ayuda económico-material. Estas redes pueden ser informales, familia, amigos y otros grupos comunitarios autónomos o pueden ser formales, instituciones y organizaciones gubernamentales y privadas en las que se tienen normas y objetivos específicos donde generalmente participan profesionales.

En México, la principal red de apoyo formal para los adultos mayores es el Instituto Nacional de las Personas Adultas Mayores (INAPAM), el cual, dentro de sus servicios, cuenta con Casas de Día, cuya función es brindar un espacio para la convivencia y para actividades que procuren la atención integral. No obstante, existen 21 a lo largo del país, lo que es insuficiente para los casi 18 millones de adultos mayores.



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En vista de que el envejecimiento transcurre en un ámbito social, uno de los pilares del envejecimiento activo con independencia y calidad de vida, es la participación por medio de la solidaridad intergeneracional, la cual es un elemento fundamental de las redes de apoyo social informales. Las amistades intergeneracionales son relativamente comunes dentro de la comunidad lésbica-feminista, debido a la identificación por vivencias similares y porque aportan apoyo instrumental, económico y emocional, pues brindan afectos, confianza, compañía, empatía, reconocimiento y escucha.

Entre las condiciones y estrategias para garantizar la calidad de vida de grupos vulnerables resaltan algunas de las propuestas realizadas por Wilkinson y Marmot en 2003: generar políticas para evitar que la gente padezca situaciones prolongadas de desventaja; observar la manera de cómo los entornos social y psicológico afectan la salud; advertir los peligros de la exclusión social; valorar el papel de la amistad, y la cohesión social.

Desde el feminismo también se han forjado estrategias contra la violencia de género, como las redes de apoyo entre mujeres desde la sororidad. Este término lo acuñó la autora mexicana Marcela Lagarde y lo define como un pacto político de género entre mujeres que se reconocen como interlocutoras. Es decir, se refiere a la solidaridad entre mujeres debido al reconocimiento de las vivencias y opresiones en común.

Finalmente, es necesario visibilizar a las lesbianas, a las adultas mayores, a las que son ambas, sus necesidades y las problemáticas que viven. Es importante que, desde la Gerontología como estudio multidisciplinar del envejecimiento, se impulsen estrategias y entornos adecuados para garantizar una vida digna y plena a las lesbianas adultas mayores, pues de esta forma será posible la creación de políticas públicas que atiendan sus necesidades y la existencia de ambientes saludables que propicien a que grupos vulnerables puedan exigir sus derechos.

Por último, es importante que, tanto los profesionales de la salud como la población en general, seamos incluyentes en nuestro día a día y promovamos el respeto a los derechos humanos evitando convertirnos en actores de esa triple discriminación.



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¿Quién es…?



Gloria de Guadalupe Salinas Pérez

Originaria de Ixmiquilpan, Hidalgo. Técnico Laboratorista Clínico (IPN). Nivel bilingüe de inglés, CAE Advanced (Cambridge University).

Su línea de investigación es Redes de apoyo intergeneracionales como factores de protección y calidad de vida en el envejecimiento de la población lesbiana. Actualmente es estudiante de quinto semestre en el Área Académica de Gerontología, ICSa, UAEH.

María Eugenia Zaleta Arias

Especialista en Estudios de Género (COLMEX) y Especialista en Trabajo Social en Intervención con Mujeres (UNAM).

Docente universitaria desde hace 20 años, ha sido Coordinadora de la Licenciatura en Gerontología, actualmente es responsable del Programa Institucional de Tutorías de la Licenciatura en Gerontología. Ha participado en el diseño curricular de la Licenciatura en Psicología y Gerontología. Ha tenido participación en congresos nacionales con ponencias y talleres relacionados a los temas de vejez, sexualidad y género.

Es coautora de capítulos de libros, el más reciente es Análisis y perspectivas en la medición del deterioro cognitivo de adultos mayores analfabetas en México. Su línea de investigación es Violencia en el Noviazgo en Población Universitaria.

Es Profesora de Tiempo Completo en el Área Académica de Gerontología, ICSa, UAEH.