Xantolo, la tradición que se adapta y reinventa

Xantolo, la tradición que se adapta y reinventa

Por Nelly Téllez
Fotografía: Carlos Sánchez y Archivo


Xantolo, la celebración prehispánica que data desde hace más de 500 años, es un homenaje alegre y colorido dedicado a las almas de adultos e infantes que partieron del mundo terrenal, es una de las pocas prácticas y festividades indígenas que ha logrado mantenerse viva pese al paso del tiempo, una tradición mexicana que logró trascender fronteras, pues en el 2003 se proclamó su ingreso a la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad que impulsa la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO por sus siglas en inglés), pero que fue inscrita finalmente hasta el 2008.

La UNESCO reconoció que esta fiesta dedicada a los muertos merecía ser reconocida como un patrimonio cultural inmaterial por las prácticas, el conocimiento y las expresiones vivas heredadas de nuestros antepasados que se han transmitido a lo largo de numerosas generaciones.

Pero ¿qué es lo ha permitido su vigencia y perpetuidad? ¿En dónde radica su éxito? ¿Por qué pese a la modificación de la celebración y la incorporación de nuevos elementos culturales, esta práctica aún persiste firme y aún más presente año con año? ¿A qué se debe que no desapareció como otros festejos? ¿O son nuestros orígenes indígenas los que siguen siendo inherentes en nuestro ser como huella perenne, como recuerdo arraigado?



En este mundo, lo único cierto es que todos vamos a morir

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El profesor investigador de tiempo completo del Área Académica de Historia y Antropología del Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades (ICSHu) de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo (UAEH), Sergio Sánchez Vázquez, explicó que los orígenes del Xantolo, que es la acepción de la expresión latina Sanctorum donde la iglesia católica festeja el Día de Todos los Santos, es una celebración que se realiza los días 01 y 02 de noviembre, lapso en el que el corazón de la región Huasteca, que abarca los estados de Tamaulipas, San Luis Potosí, Veracruz, Hidalgo, Querétaro y Puebla, danza al son de los huapangos, se alimenta de las ofrendas y al unísono se recuerda con alegría a quienes ya fallecieron.

El investigador explicó que esta celebración como hoy la conocemos, surgió tras la conquista española y por el proceso de evangelización, dando como resultado un sincretismo de ambas prácticas, la indígena y la religiosa, o como algunos otros estudiosos han denominado a este proceso, fue una re-funcionalización simbólica, donde la fiesta indígena y el ritual judeocristiano ajustaron simbólicamente sus elementos y su esencia, para dar como resultado algo completamente nuevo, algo que ya no era completamente prehispánico ni tampoco católico.

En ambos, lo importante era recordar a los muertos, aunque cada uno lo hacía a su manera, en una, de manera solemne y en otra, de forma muy festiva.



Xantolo: cuando los muertos y los vivos conviven con alegría

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Sin embargo, aunque ambas tradiciones lograron ajustarse, en la Huasteca predominó más la visión prehispánica que la colonial y la católica judeocristiana, puesto que en Europa, la gente no tiene este mismo sentido ni prácticas, no ponen altares, ofrendas ni tampoco hay bailes, porque se creía que era una falta de respeto celebrar y esperar con alegría su llegada del más allá.

¿Por qué en México no se le teme? Porque en la Huasteca dicen que los muertos son sus parientes, ellos los van a visitar, ellos hacen un largo recorrido desde el inframundo para volver a encontrarse con sus familiares que aún viven, por eso no existe ese temor. Entonces, como no está la sensación de peligro como en otras culturas, se tiene al contrario, un momento de reunión familiar donde las personas no solo conviven con sus parientes cercanos vivos, sino también con sus antepasados.

Por otro lado, hay que recordar que de acuerdo a la mitología mexica, Mictlantecuhtli, el Dios de la Muerte o el Señor del Inframundo, es necesario, porque para completar el ciclo de la vida, la muerte debe estar presente. Él reina el Mictlán, donde recibe a todos los humanos que mueren de forma natural, pues hay quienes mueren de una manera gloriosa y tienen otro destino completamente diferente.

Sánchez Vázquez refirió que quienes morían de manera natural, debían recorrer a lo largo de ocho años los pisos del inframundo hasta llegar al noveno, que es donde finalmente podían descansar. En este lapso, el Señor de la Muerte les permite regresar al plano terrenal con el objeto de que puedan reunirse con los vivos, pues una vez que concluye este recorrido y encuentro con los vivos, tienen el derecho de convertirse en antepasados.

“Estos antepasados quedan como una protección para toda la comunidad, esta es la parte importante, porque si no se les hacen todas estas celebraciones, ellos no van a poder descansar y no van a poder convertirse en los antepasados que nos cuidan y que están al pendiente de nosotros. Si nosotros no les servimos y no los honramos como debe de ser durante estos ocho años, se pueden enojar y mandar enfermedades, sequías, calamidades, entre otros infortunios y los vivos la podemos pasar muy mal. Por eso es tan importante hacer la fiesta” refirió el investigador.



Las tradiciones duran porque se adaptan

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Sergio Sánchez Vázquez, profesor investigador del Área Académica de Antropología e Historia de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo (UAEH).



Debido a que esta cosmovisión logró adoptar y adaptar la visión católica, pudo sobrevivir, porque de lo contrario, esta práctica hubiera sido prohibida y se hubiera perdido en el tiempo como otros rituales. Posteriormente, con el paso de la época prehispánica a la colonial, el México independiente y aún hoy en pleno siglo XXI esta celebración ha sufrido una serie de modificaciones.

De los aspectos más palpables se encuentran el altar y la ofrenda, pues aunque estos se siguen colocando, ahora tienen nuevos elementos, hoy tienen objetos, fotografías, nuevos alimentos y hay variantes en el diseño porque cada región geográfica se apropió de la celebración.

Con todo esto, podemos entender cuál es ese elemento que ha inmortalizado a esta festividad, el cual es nada más y nada menos que la capacidad de adaptación. Y que en la sociedad actual hemos logrado escuchar en la frase, “renovarse o morir”, y esto también aplica a la forma en cómo se desarrolla la sociedad. Si las prácticas sociales y estas formas de pensamiento no pueden adaptarse a estos cambios y nuevas visiones, muy difícilmente podrán sobrevivir.

Sin embargo, hay algo que dejar muy en claro también, sin importar la cultura, el país, la raza, la edad, la situación económica o las creencias que se pudieran tener de forma individual o colectiva, nadie en este mundo está libre de estar en contacto con la muerte, de tener a un amigo, familiar o conocido que tuvo que dejar este mundo, pero al que se le recuerda con cariño, nostalgia y se le quiere tener lo más cerca posible, de modo que esta tradición permite cubrir estas necesidades que todos los humanos pueden llegar a tener.



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