El cine de horror en México

Cine de horror en México

Por Alejandra Zamora Canales
Fotografía: Especial


Desde el año 2017 cada 15 de agosto nuestro país celebra el Día Nacional del Cine Mexicano, para este año la Secretaría de Cultura extendió la conmemoración hasta el mes de septiembre.

La Gaceta UAEH de este mes se une a los festejos con un breve repaso por aquel género en el que convergen los seres de pesadillas, las narraciones que habitan en la noche, lo desconocido que yace en el futuro cercano y la lucha contra el mal de un santo oriundo de Tulancingo, hablamos del cine de horror.



Orígenes


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El miedo es una de las emociones fundamentales del ser humano, todos tememos a algo, desde conceptos abstractos que rondan durante toda nuestra vida, realidades que nos cuestan aceptar o criaturas pasadas de boca en boca y a lo desconocido que nos atormenta en la soledad de nuestras mentes.

Este miedo se ha plasmado en el séptimo arte desde sus inicios de la mano de George Mélies y la mansión del diablo, pasando por el expresionismo alemán con las cintas El Golem, Nosferatu o El Gabinete del Dr. Calligari, para después cruzar el océano al nuevo mundo, donde Carl Laemmle y Universal Picture establecieron el gótico hollywoodense, trayendo a la vida a criaturas emblemáticas de literatura y leyenda como Drácula, Frankenstein, El hombre lobo, La momia, El hombre invisible y La criatura de la laguna Negra, quienes establecieron el cine de terror.

Sin embargo, en México el género de horror se adentra a su imaginario popular, siendo La llorona de Ramón Peón en 1933, la cinta que instituye este género y establece la iconografía del mito mexicano que continúa retratándose con cintas como Kilómetro 31 o la película animada La leyenda de la llorona.

Pero es con El fantasma del convento, dirigida por Fernando Fuentes en 1934 y Dos monjes, de Juan Bustillo Oro, que este género cinematográfico crea las atmósferas vistas en las cintas norteamericanas y europeas. A su vez, ambas cintas tratan las líneas narrativas que se abordarán más adelante, por un lado nos encontramos con el miedo que viene del exterior como las entidades paranormales, objetos y lugares malditos, mientras que en el otro extremo se encuentra el miedo interno, aquello que se gesta en nuestras propias mentes.



De Transilvania a la provincia mexicana


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Una de las figuras míticas dentro del cine de monstruos es el Vampiro, muchas han sido las historias que abordan a esta criatura condenada a saciar su eterna sed con la sangre de los seres humanos.

Max Schreck fue el primer vampiro del cine al interpretar al Conde Orlok en Nosferatu, Bela Lugosi se encargó de inmortalizar al clásico Conde Drácula de Universal Pictures, Gary Oldman hizo lo propio en la versión de Francis Ford Coppola y México lo adaptó al medio rural con El vampiro.

En 1957 German Robles bajo la dirección de Fernando Méndez, trasladaron al monstruo de los páramos de Transilvania a la provincia mexicana, en una versión cinematográfica que es reconocida a nivel mundial por su originalidad al usar toques humorísticos en una historia aterradora y que cuenta con un protagonista sensual y erótico, así como el manejo técnico y estético aportado. Si bien algunos efectos especiales han sido cuestionados (en el futuro serían un problema para el género) por sus fallas, la cinta se convirtió en un referente mundial.



De dos a tres caídas…


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A partir de la década de 1950 surge en la cinematografía mexicana un nuevo género, en el cual los gladiadores del cuadrilátero se trasladaron al celuloide para combatir a las más terroríficas amenazas con el fin de ejercer justicia: el cine de luchadores.

El Santo, enmascarado de plata e ídolo del pueblo mexicano, se enfrentó en 1962 a las mujeres vampiro, dándolo a conocer por todo el mundo. La cinta causó interés por mezclar la lucha libre con personajes de horror internacional y su audacia.

Mítico fue el enfrentamiento donde El Santo y su rival Blue Demon deben unir fuerzas para luchar contra los monstruos clásicos de terror, o aquel combate junto a Mil Máscaras contra unas momias de Guanajuato bajo las órdenes de Satán, el fantasma de un luchador del pasado.

Si bien estas películas carecen del provocar miedo en la audiencia, utilizaron sus elementos fantásticos para crear un universo de excesos donde todo es posible para estos héroes mexicanos.



Entre lo paranormal y lo mortal: Taboada


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A finales de la década de 1960, las películas de ficheras y comedias sin forma o fondo acaparaban las marquesinas de los cines, hasta la llegada del Duque mexicano del terror, Carlos Enrique Taboada.

Con presupuestos limitados, Taboada se enfocó en fortalecer las tramas y personajes para mantener cautiva a la audiencia; solventó la falta de recursos económicos y técnicos recurriendo a la presencia de imágenes sutiles y otorgando mayor peso a aquello que se encuentra fuera de la escena, pero que siembra el terror.

Las historias de Taboada recurren a tres elementos constantes: personajes femeninos, tintes de romanticismo gótico y su postura anticlerical.

La tetralogía del terror, compuesta por Hasta el viento tiene miedo (1968), El libro de piedra (1969), Más negro que la noche (1975) y Veneno para las hadas (1984) se convirtieron en cintas de culto que marcaron a toda una generación y han sido imposibles de imitar, a pesar de los recientes intentos.



Un pacto con los monstruos


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En los años de 1990 llega desde tierras tapatías al entonces Distrito Federal, Guillermo del Toro para integrarse a la producción de la serie de terror La hora marcada, donde también participaron Alfonso Cuarón y Emmanuel Lubezki.

Influenciado por el cine de horror, las revistas mexicanas Duda y Leyendas tradicionales de México, el exacerbado catolicismo de su familia, los cuentos de hadas y el monstruo de Frankenstein, creó un pacto con los monstruos para cambiar la manera en que los vislumbramos, creando cintas memorables del género de fantasía como: La invención de Cronos (1993), donde nos entrega una nueva visión del vampirismo, El espinazo del Diablo (2001) o El laberinto del Fauno (2006), que mezcla lo fantástico y sobrenatural con un contexto histórico donde nos cuestionamos sobre quiénes son los monstruos, aquellos habitados en nuestro imaginario o los que se parecen más a nosotros.



“Cuando era niño, los monstruos me hacían sentir que podía encajar en algún lugar, incluso si éste era un lugar imaginario donde lo grotesco y lo anormal era celebrado y aceptado”.



Cronos abrió de nuevo la puerta a lo fantástico, pero fue en el cortometraje y la animación donde encontró tierra fértil para realizarse, ejemplos de ellos son Hasta los huesos, de René Castillo, y El octavo día, la creación de Rita Basulto y Juan José Medina, quienes a través del stop-motion crearon historias coloridas, bizarras e imaginativas.



Un nuevo siglo, un nuevo cine de horror


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En el 2001 se estrena El espinazo del diablo, una historia de fantasmas ambientada durante la Guerra Civil Española, el éxito de la coproducción entre México y España permitió el desarrollo de nuevos largometrajes de horror como Kilómetro 31, Somos lo que hay, La región salvaje o México Bárbaro. Este último título es una antología basada en la tradición oral mexicana, donde convergen sacrificios aztecas realizados por grupos delictivos, la relación ente la figura del "coco" y el tráfico de órganos, el chamanismo, los duendes o lugares míticos como la isla de las muñecas en Xochimilco.

En 2017, la guionista Issa López toma el papel de directora y crea la cinta Vuelven, misma que fue aclamada por la crítica especializada, el director Guillermo del Toro y los escritores Stephen King y Neil Gaiman.



"El terror es el género ideal para enfrentar lo que pasa en nuestra realidad, que ya es terrorífica en sí misma, ya estamos llenos de fantasmas", Issa López.



Vuelven es una fábula sobre el México violentado por el crimen organizado y la corrupción, cuyas consecuencias golpean sin piedad a las infancias dejándonos un país lleno de fantasmas.

La historia de horror de Issa López acumuló galardones en los festivales de cine de horror nacional e internacional, cómo el Fantastic Fest en Estados Unidos, donde la también guionista se convirtió en la primera mujer y primera mexicana en ganar el premio a mejor dirección.

En ese mismo año se estrenó Belzebuth de Emilio Portes, donde se mezclan el thriller policíaco con las historias de posesión demoníaca, al puro estilo del exorcista. La cinta fue elogiada por sus efectos especiales, que se acercaron al realismo dotando de credibilidad a la historia, el trabajo de la producción los hizo acreedores de seis nominaciones al Ariel.

Sin embargo, el impulso que se le ha dado al género en las últimas dos décadas se deben en gran parte a los festivales como Macabro, el cual fue fundado con el objetivo de rescatar, revalorizar y difundir el cine de horror independiente.

Tras veinte años, el festival pionero de horror en Latinoamérica ha implementado apoyos para la realización cinematográfica, tal es el caso del documental Alucardos o con el Macabro Lab, un laboratorio multidisciplinario que impulsa la producción de obras y la formación de cineastas.

A casi 90 años de la primera cinta de terror en nuestro país, aún queda mucho por explorar en este género que nos ha cautivado, atemorizado y hecho reír en nuestras butacas por sus excesos, por ello y nuestra necesidad de lo oculto seguiremos esperando a que lo extraño, sobrenatural, el miedo y lo grotesco se unan en historias que permanecen latentes una vez que las luces se enciendan y los fotogramas se detengan.