Vulnerabilidad humana ante la pandemia:
Entre el COVID-19 y el trabajo precario

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Por Fannia Cadena
Fotografía: Especial


“Llegué a tener casi 44 grados de temperatura. Es como despertar después de una cruda con dolor de cabeza, así pero constante durante cinco días; no se lo deseo a nadie”, dice Fabián Cortés, un joven que labora para una institución pública, quien reflexiona acerca de la vulnerabilidad humana y de los trabajadores que se ven amenazados por un virus letal como el COVID-19, pero también por la insensibilidad e inconsciencia de sus patrones, quienes, en plena pandemia deciden arriesgar la salud de su personal.

Al hacer una retrospectiva después de pasar varios días para el olvido a causa del virus COVID-19, recuerda que cuando de plano era mucha la extenuación, el malestar y el estupor por la fiebre, se echaba hasta gel antibacterial en la cabeza, o se metía a la regadera con el agua fría y entonces la temperatura corporal bajaba a 39 grados, pero enseguida volvía a subir.

“El virus dura dentro del cuerpo 15 días, y en ese tiempo, ya sea que el organismo lo aguante o lo desconchinfla todo…”, explica el pachuqueño, quien todavía resiente las secuelas de este virus que transformó la vida como la conocíamos, y que al menos en México, ha cobrado la vida de más de 100 mil personas.

Los sabores y los olores se esfuman para quienes tienen la desgracia de contraer este virus. Fabián recuerda haber tomado café como si fuera solamente agua caliente, o agua de melón como si fuera agua simple. A la pérdida del gusto, se suma el aislamiento. “Eso te pega mucho psicológicamente porque no sabes qué va a pasar. No sabes si te vas a agravar, si vas a salir o qué tranza”.

Fabián optó por atenderse en el sector Salud, donde sin necesidad de estar internado en el hospital, monitoreaban su estado a través de llamadas y videos, además de que un doctor lo visitaba en casa, ataviado con un traje especial que recuerda al de los astronautas, y medidas extremas de seguridad. El tratamiento médico sólo consistía en tomar tafirol, paracetamol e ibuprofeno, pues son los únicos medicamentos capaces de contener un poco los síntomas del COVID-19, pues los antibióticos no hacen efecto.

Durante esos días lóbregos, en aislamiento domiciliario, recuerda que en ocasiones se le iba la respiración. “Era la madrugada y sentí que no podía respirar. En mi desesperación que agarro y que destapo el bote de vaporub, que agarro un hisopo, lo meto y me lo puse en el poro, y luego la otra parte del hisopo, lo mismo en el otro poro de la nariz. Me abrió todos los bronquios, como tres días estuve como si respirara muchísimo… se me ocurrió esa loquera y lo hice, pero me funcionó…”

Posteriormente, Fabián probó con otro médico perteneciente a la institución donde labora, y el tratamiento consistió en la toma de medicamentos similares, pero en dosis más altas. Ahora se tomaría 500 miligramos de tafirol cada 12 horas; el paracetamol sería ahora de un gramo cada seis horas; e ibuprofeno de 800 miligramos; además de calcitrol, que es vitamina “D”.

El médico le pidió a su paciente tener mucha calma y paciencia, y no entrar en desesperación, pues a esas alturas ya Fabián estaba a nada de librar la enfermedad. Hasta ahora no hay ninguna medicina capaz de curar a las personas de este virus, tan solo este tipo de tratamiento, hasta que aparezcan las vacunas, refiere Fabián.



Privilegian trabajo por encima de la salud de los trabajadores


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Casualmente Fabián, quien trabaja en labores administrativas dentro de una institución pública, comenzó a sentirse mal a partir de una salida que le pidieron realizar en su trabajo, donde pese a las indicaciones sugeridas por el semáforo epidemiológico para Hidalgo, las actividades laborales continúan casi con normalidad. Eventos que tendrían que ser virtuales, fueron presenciales, obligándolo a ejecutar las tareas encomendadas, y poniendo en riesgo su salud.

Él acudió a cumplir la orden de trabajo que lo orilló a entrar en contacto con muchas personas; ese mismo día, comenzó a tener algunas molestias disfrazadas de una gripa pasajera. Creía que era un simple resfriado, mismo que atribuía al hecho de que se bañó muy temprano por la mañana, y a que encendió el aire acondicionado en la camioneta en la que viajaba. No obstante, días después un médico le sugirió que se hiciera la prueba del COVID-19, la cual resultó positiva.

“No quieren hacer ruido, al final del día no sería una buena propaganda para ellos; y eso pasa en gobierno y en otros lados, están igual. No quieren que se sepa que hay contagios”, afirma Fabián, pues muchas instituciones tanto públicas como privadas han obligado a sus trabajadores a continuar laborando aún en pleno ascenso de contagios por COVID-19, dando más importancia a sus intereses económicos, que a la salud de los asalariados, y muestra de ello, son unas tiendas departamentales muy conocidas, donde incluso falleció un joven a causa del virus adquirido mientras continuaba trabajando en lugar de quedarse en casa, como indicaban las autoridades federales de salud.



Los trabajadores por honorarios son los primeros que salen “bailando”


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En esa misma institución pública donde labora Fabián, se sabe que ha habido varios despidos de personas que trabajaban por honorarios, y que, en el contexto de esta pandemia, perdieron su empleo. A trabajadores de transporte y auxiliares en diferentes áreas ya no les renovaron el contrato, que, por cierto, se trataba de contratos laborales temporales, es decir, solo por seis meses, y por lo tanto, no cuentan con los derechos laborales que deberían tener, como lo son las prestaciones tales como la seguridad social o atención médica y derecho a jubilación o pensión, vacaciones, derecho al crédito para la vivienda, entre otras.

En empresas privadas de diversos giros, como lo son medios de comunicación, igualmente se vieron afectados los trabajadores en el contexto de esta pandemia, pues en algunos casos los patrones les han retenido los salarios o no les pagan, y en casos peores, se dio un recorte masivo de trabajadores, dejando sin empleo y sin fuente de ingresos a muchos jóvenes y familias.



La pandemia puso al descubierto el trabajo precario y la práctica abusiva del outsourcing


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Justamente en el contexto de esta pandemia causada por el virus COVID-19, la cual ha originado despidos masivos de trabajadores, y sobre todo de aquellos que no cuentan con los derechos laborales mínimos que deberían tener, surgió la iniciativa por parte del poder ejecutivo para regular el denominado outsourcing en México, a fin de que se eliminen los abusos por parte de los patrones sobre sus trabajadores.

La iniciativa de ley, llevada por el presidente Andrés Manuel López Obrador al Congreso de la Unión a mediados de noviembre, causó la irritación del sector empresarial que se beneficia de esta modalidad de trabajo, en la que una empresa contrata a otra para contar determinados servicios, y es esa segunda empresa intermediaria, la que se encarga de pagar a los trabajadores que brindan dichos servicios.

Se trata de un esquema de triangulación donde ninguna de las empresas se hace responsable de los derechos de los trabajadores. Es por ello que, por lo general, el outsourcing da lugar a los trabajos precarios, es decir, a la subcontratación y a las malas condiciones laborales, que comprende tanto bajos salarios como ausencia de prestaciones sociales.

La pandemia y sus consecuencias en el sector laboral, hizo voltear hacia uno de los problemas sociales más graves de estos tiempos: el trabajo precario que ha promovido el outsourcing, derivado a su vez del viejo modelo económico que persiste en el país, el neoliberalismo.

Por ello, es que finalmente se abrió el debate entre el gobierno y la iniciativa privada para poner fin a la práctica abusiva de la subcontratación, y se colocó a la precariedad laboral como un tema por fin relevante y pendiente de atender, el cual había sido ignorado por los gobiernos anteriores.