#LánzatedeMovilidad

LánzatedeMovilidad

Colaboración de la Dirección de Relaciones Internacionales
Fotografía: Relaciones Internacionales y Especial


En la edición de mayo 2020 de Gaceta UAEH te invitamos a disfrutar el texto que preparó Angélica Vanessa Ángel Chávez, de la Licenciatura en Ciencias de la Comunicación, quien compartió su experiencia de movilidad en la Istanbul Aydin University de Turquía.

Antes de pasar al primer texto, te recordamos que el Programa de Movilidad Educativa en la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo (UAEH) tiene como objetivo primordial enriquecer tus conocimientos y desarrollar habilidades dentro de un contexto global.



Mi experiencia en Turquía

LánzatedeMovilidad

Por Angélica Vanessa Ángel Chávez



Todo realmente comenzó cuando mi papá se despidió de mí en la entrada del aeropuerto. Fue ahí cuando me hice a la idea de que no lo vería en un largo tiempo, pero también supe que todo valdría la pena.

Un intercambio es una de las mejores decisiones que se pueden tomar como estudiante. Viajar al otro lado del mundo fue una experiencia que caló en mi espíritu y en mi mente. No puedo expresar con palabras la inmensa madurez que adquirí al separarme de mis padres por primera vez, al afrontar situaciones en otro país, donde no hablan mi idioma, donde nadie me conoce y dónde las reglas son diferentes.

Lo más importante es saber que nunca estarás solo, siempre va a haber un amigo que te deje quedarse en su casa, que te acompañe a comer, que te enseñe nuevos lugares, que te hablé de su país y que se interese por el tuyo.

Hasta sacar el permiso de residencia fue una experiencia de lo más alocada, a pesar de todo lo que pueda salir mal, no hay ningún día en el que no encuentres algo magnífico. Para experiencias como éstas es para lo que está hecha la vida, tener una probada de lo que al otro lado de nuestro mundo es lo que poco a poco nos vuelve mejores versiones de nosotros mismos, sin siquiera darnos cuenta.

Recuerdo bien el largo viaje que tomó llegar a Turquía: 22 horas de aviones y aeropuertos, de nuevos idiomas, monedas, personas, lugares… y al llegar, el miedo que nos inundaba se desvaneció como agua entre las manos. Pronto conocimos a quienes se volverían nuestros mejores amigos, todos nos recibieron con una sonrisa, cuando ni siquiera sabían nuestros nombres o de dónde veníamos.

A partir de ahí, volvimos a sentir que estábamos en casa, teníamos una nueva familia, formada de gente de todo el mundo, todos dispuestos a ayudar, a compartir, a conocerte y a qué tú los conocieras.

Atravesar obstáculos juntos, como renovar el permiso de residencia al otro lado de la ciudad, se volvieron experiencias fructíferas, de las que te alegras porque aprendes de ellas, porque las hiciste tú solo en un país distinto al tuyo, porque ahora estás un paso más adelante y eso solo significa que se avecinan cosas buenas.

Lo más interesante de todo fue enfrentarse a una cultura completamente diferente, en donde una religión es la que predomina entre todos sus habitantes. Yo nunca había estado en presencia de musulmanes y mucho menos cerca de sus mezquitas, de todas sus tradiciones y costumbres.

Presencié el Ramadán, celebración en la que ayunan durante un mes. Fue ahí donde descubrí que esta religión es de lo más noble, ya que el ayunar es con el fin de ayudar a quien más lo necesita.

En punto de las 8 de la noche se abren banquetes en todas las mezquitas, cualquiera que pueda tener hambre puede ir a comer y compartir esta celebración ahí, la cual es un lugar para recibir ayuda, en donde puedes ir a descansar para que tu mente encuentre un poco de paz.

Mi escuela también celebró el Ramadán, ofreciendo banquetes a todos los alumnos.

Sin duda, esta es una experiencia que considero fundamental en la vida académica de cualquier persona y que sin duda volvería a hacer.