Alumnos Garza Comunican
Caminar entre el luto

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Por Gabriela Ramírez Zúñiga
Colaboración del Área Académica de Comunicación
Fotografía: Especial


Es sábado por la mañana; subí a la combi que tomo cada semana para volver a casa. Mi mente estaba algo aturdida con las recientes noticias: Zimapán estaba de luto tras la volcadura de una Urvan que iba camino al recital de la sinfónica infantil del municipio.

Durante el viaje las personas no dejaban de comentar el suceso, todos sacaban sus propias teorías con sus compañeros de asiento. Cuando pasamos por el lugar del accidente se me enchinó la piel, todos volteaban la mirada hacia aquella curva y por mi mente solo pasaba una tristeza rotunda al pensar que algunos de los pequeñitos habían perdido a su mamá o a su papá.

Al llegar a la base de combis tomé mi maleta y me encaminé a casa. Es fin de semana, hay tianguis como es de costumbre, pero algo extraño se siente, el ambiente es silencioso. Crucé el mercado como suelo hacerlo y notaba que la música sonaba de manera distinta: era tenue.



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No escuchaba a las personas ofrecerte productos o verduras como es costumbre en un tianguis, todo se sentía raro, podía notar la ausencia de algunos puestos. Las pocas personas que realizan sus compras murmullan sobre una balacera ocurrida la tarde anterior, jamás imaginé que en un lugar tan tranquilo llegara a ocurrir algo así, hablan de las personas que fueron “levantadas” por los encapuchados…

De inmediato vinieron a mi mente aquellos mensajes difundidos por Whatsapp, en los que se alertaba a la población pidiéndole que no saliera de casa si no era necesario, que un supuesto cártel estaba limpiando el municipio y no querían confundirnos con alguna de sus víctimas.

Traté de salir de la bruma de tensión que me rodeaba y seguí caminando con dirección al jardín principal, pero me topé con bancas vacías, policías y soldados. Me impactó no ver a las personas tomar un helado o a los niños alimentando a los pichones, fue ahí cuando confirmé los hechos compartidos en redes.

En ese momento solo aumentaron mis ganas de llegar a casa. Al llegar vi a mi familia con cara de desvelo, no habían dormido por miedo, miedo a que otra balacera se suscitara.

Mi abuela estaba a unos metros de los hechos ocurridos el viernes 16, me contaba con claridad que eran cerca de las seis de la tarde y simplemente escuchó el rechinar de las llantas de aquellas camionetas blindadas y el ensordecedor ruido de los balazos, por suerte, una tortillería la resguardó mientras todo pasaba; no sé qué habría hecho si alguna bala perdida la hubiese tocado.



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Más tarde, recibí mensajes de una amiga pidiéndome que la acompañara a la florería, porque no quería salir sola. Al entrar solo veía a los trabajadores acomodar coronas para los difuntos y lo que me rompió alma fue escuchar a una señora decir “a dónde irás primero”. Las campanas de luto sonaban con un rotundo eco, todos cargábamos la pena de las familias.

Ha sido el fin de semana más amargo para mi natal Zimapán, las calles se vuelven fantasmas después de las ocho de la noche, la violencia a victimizado a un municipio más de Hidalgo, ahora solo veo a soldados rondando. En el fondo solo deseo tener de vuelta a mi tranquilo y acogedor Zimapán.