Walter Reuter. Viajero por la Libertad
Walter Reuter, Hely Reuter, Melanie Loske




Existe en el universo un hombre que, habiendo descendido a lo más oscuro de las tinieblas, es capaz de hallar una sonrisa en el fondo de su corazón, iluminar con ella la noche y compartir con otros ese Sol eterno que trasciende el tiempo y la geografía. Más allá de su fotografía, y aún a través de ella, Walter Reuter nos regala la sabiduría de lo sencillo por profundo. Su mirada atrapada en las sales de plata de su cámara Leica, es testigo de la dignidad humana, de la belleza de la que cada uno de nosotros es poseedor. Walter lo sabe, y con profunda humildad nos lo recuerda con cariño, casi silencioso, apenas un murmullo de luz atrapado en un negativo, a ochenta años de su arribo a estas tierras mexicanas.

La vida de Walter Reuter es una aventura digna de novela. Nacido en el popular barrio de Charlottenburg en el Berlín imperial de 1906, Reuter vivió en carne propia la Primera Guerra Mundial, el ascenso al poder del nazismo en 1933, la Guerra Civil Española (1936-1939) y la Segunda Guerra Mundial. Fue cautivo en el campo para prisioneros alemanes de Mille (Aix-en-Provence) y en el campo de trabajo forzado en Colomb-Béchar, en el desierto argelino, donde pareció que la vida de Reuter había tocado fondo.

Su esposa -quien para febrero de 1942 residía en Marsella-, logró conseguir visa, pasaje y documentos para México de mano del cónsul Gilberto Bosques. Reuter debió huir del campo de trabajo para abordar un barco en Casablanca el 22 de marzo de 1942, desembarcando en el puerto de Veracruz, el 23 de abril de 1942, junto con su esposa, Sulamit Siliava y el hijo de ambos, Jazmin. En el puerto jarocho se le ofrece la nacionalidad mexicana que Reuter rechaza. Es de este modo como el fotógrafo permanecerá con nacionalidad española hasta el 24 de abril de 1957, fecha en que recupera la nacionalidad alemana que Hitler le había retirado en 1935.

Comenzó así una nueva vida en un país absolutamente nuevo. México será para él, el lugar donde a su modo hallará sus viejas pasiones: la música y la danza. Ese viaje constante de su tenaz voluntad lo llevó a descubrir, a descubrirse en el rostro de aquel mundo aparentemente inaccesible para el occidente cultural como es el mundo indígena. Walter nos dice que no, que no es ajeno, que no es lejano. Allí Walter se mira al espejo y descubre en el rostro del mundo indígena su propia mirada a través de su cámara.

Tras la muerte de Reuter en 2005, patrocinado entre otras instituciones por la embajada alemana en México y el Instituto Goethe, se crea el premio de periodismo Walter Reuter, como un reconocimiento a su trabajo fotoperiodístico, pero sobre todo a su profunda convicción sobre la honestidad intrínseca a la profesión que ejerció durante toda su vida. Si ese legado quedó para nosotros en el premio de periodismo, en una placa en su casa natal en Charlottenburg, en la sonrisa de cada niño triqui que con una carcajada toca las nubes en su amada Chicahuaxtla, para lo más íntimo de su familia, Walter continúa su viaje de alma libre y serena a través de la obra de su hija y su nieta: Hely Reuter y Melanie Loske.

Este viajero por la libertad vuelve a mirarnos desde el atemporal lente de su Leica. Su espíritu libre levanta la mirada hacia los infinitos cielos que han visto su andar, sonríe y exclama desde su corazón con germánico acento: “¡Faboloso!”. El viaje de Walter apenas comienza.