¿Sabías que cada día interactúas con una variedad de sensores? ¿Y si te dijera que hay sensores que cuidan de tu salud? Sí, has leído bien: sensores y biosensores son una parte integral de la tecnología de la salud actual.
Primero, comprendamos ¿qué es un sensor? Es un dispositivo que capta un estímulo, lo procesa y emite una señal en respuesta, clasificándose en físicos y químicos. ¿Recuerdas el termómetro de mercurio? Es un ejemplo de sensor físico. Otros sensores, como las pruebas de embarazo o las pruebas COVID-19, son químicos.
Un sensor químico, por ejemplo, interactúa con la sustancia a analizar, llamada “analito”, esto lo hace mediante el “elemento de detección”, dicho elemento puede tratarse de componentes bioquímicos o biológicos (enzimas, anticuerpos, entre otros) y en ese caso se convierte en un biosensor. Para que la interacción ocurra, el elemento de detección debe ser selectivo al analito, es decir que reaccione lo mejor posible con él.
Hoy en día, los biosensores nos permiten supervisar de manera continua nuestra salud. Un ejemplo común son los monitores de oxígeno en sangre usados en hospitales y hogares para detectar cambios rápidos en los niveles de oxígeno. Otros supervisan los niveles de azúcar en sangre, la presión arterial o la frecuencia cardíaca.
Lo mejor de todo es que la innovación continúa, los sensores flexibles abren nuevas posibilidades. Equipos de ingenieros e ingenieras trabajan en sensores que parecen tatuajes temporales, capaces de medir los niveles de alcohol en sangre a través del sudor y transmitir la información a un dispositivo móvil. Otros grupos desarrollan dispositivos para supervisar enfermedades como la fibrosis quística. En la Universidad de Minnesota, en Estados Unidos, un grupo de investigadores ha creado tintas para imprimir sensores 3D flexibles y sensibles que pueden detectar movimientos humanos o incluso advertir sobre peligros químicos en el medio ambiente.
Los Institutos Nacionales de Salud (NIH por sus siglas en inglés), con sede en Estados Unidos, apoyan investigaciones en el uso de sensores; por ejemplo el Dr. Zhenyu Li, investigador adscrito en la Universidad de Ciencia y Tecnología de China con especialidad en ciencias físicas a microescala, está desarrollando un sensor que puede detectar el formaldehído, un contaminante del aire que puede desencadenar el asma. La Dra. Natalie Wisniewski, investigadora en la empresa de dispositivos médicos “profusa”, enfocada en el estudio de las interacciones tejido-biomaterial, desarrolla sensores en miniatura que se pueden inyectar bajo la piel para rastrear sustancias químicas en el cuerpo sin necesidad de extraer sangre. Las y los investigadores trabajan constantemente en el desarrollo de nuevos biosensores, buscando un enfoque más preventivo de la medicina.
Los nuevos desarrollos en los sensores flexibles y en miniatura, que se pueden llevar en la piel o incluso inyectar en nuestro cuerpo, ofrecen una visión de un futuro donde cada individuo puede tener un control sin precedentes sobre su salud. Los sensores nos permiten conocer, interpretar y responder a los cambios en nuestro cuerpo en tiempo real. En efecto, estamos convirtiéndonos en los cuidadores más informados y equipados de nuestra salud.
El futuro de los sensores y biosensores es ilimitado, así como su potencial para cambiar nuestras vidas. Nos permitirán detectar enfermedades más temprano, responder más rápidamente a problemas de salud y, en última instancia, vivir vidas más largas y saludables. Este es solo el comienzo y lo que está por venir nos sorprenderá. La era de los biosensores ha llegado y estamos emocionados de ver qué traerá el futuro. Después de todo, lo que no se mide, no se puede mejorar. ¡Bienvenidos a la era de los sensores!
Grisell Gallegos Ortega es Química Farmacéutica Bióloga egresada de la Universidad Veracruzana (2013), donde debido a su desempeño académico destacado recibió las distinciones “Nota Laudatoria” y “Mención Honorífica”. En 2020 obtuvo el grado de Doctora en Ciencias de los Materiales otorgado por la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo (UAEH), donde nuevamente debido a su desempeño académico recibió los reconocimientos “Desempeño Académico Destacado 2016” y “Mención Honorífica”. Es Candidata a Investigadora Nacional, del Sistema Nacional de Investigadores del CONAHCYT. Actualmente realiza una Estancia Posdoctoral (CONAHCYT) en el Área Académica de Química de la UAEH.
En 2012, participó en la implementación del programa de Farmacovigilancia en Hospitales del Instituto Mexicano del Seguro Social y de la Secretaría de Salud, en el estado de Veracruz. En 2013 impartió cursos de capacitación en Farmacovigilancia dirigido a alumnos de la Facultad de Ciencias Químicas de Orizaba de la Universidad Veracruzana.
Trabajó como ayudante de investigación en el Laboratorio de Docencia Investigación y Servicios de Ciencias Farmacéuticas de la Facultad de Ciencias Químicas de la Universidad Veracruzana, donde colaboró en la realización de protocolos de investigación de licenciatura y elaboración de documentos de divulgación en el área farmacéutica.
Ha publicado artículos de investigación científica, así como diversos trabajos de divulgación en revistas, congresos y foros, incluidos foros del Consejo de Ciencia, Tecnología e Innovación de Hidalgo. También ha dirigido trabajos de tesis de licenciatura.
Adicionalmente, ha participado en dos proyectos internacionales: el proyecto “MISSE 10” que consistió en el envío de muestras a la Estación Espacial Internacional perteneciente a la NASA, la empresa Rusa Roscosmos y a las Agencias Espaciales de Europa, Canadá y Japón. MISSE 10 es un proyecto derivado de un convenio entre la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo y la empresa Aplicaciones Extraordinarias Aeroespaciales (AEXA). También participó en un proyecto de la iniciativa “Pure Silver” con la empresa canadiense Agile Management Sustainability con el objetivo de impactar positivamente en la calidad de vida de las comunidades vulnerables proporcionándoles agua limpia, particularmente en las comunidades de Meztitlán, Hidalgo.