A mediados del siglo XIV los continentes europeo, asiático y africano fueron azotados con una de las epidemias más letales de todos los tiempos, la peste bubónica, también conocida como la peste negra. Fue una enfermedad que, aparentemente, brotó “como por arte de magia” ocasionando decenas de millones de muertes, sorprendiendo a las personas sin saber su origen o un posible tratamiento.
Sin embargo, en el siglo XIX los bacteriólogos Kitasato y Yersin identificaron la bacteria yersinia pestis, la causante de esta enfermedad, misma que provenía de roedores, específicamente de las ratas negras y que se transmitía a través de parásitos como las pulgas.
Con el tiempo, la peste negra pasó al olvido gracias al descenso de contagios; sin embargo, aún en la actualidad permanece vigente. Tan solo entre 2010 y 2015, se reportaron 3 mil 248 casos, incluidas 584 muertes, alrededor del mundo.
No obstante, aún había muchas incógnitas respecto a esta enfermedad que la comunidad científica no podía determinar. Recientemente, gracias a una investigación que realizó el equipo de investigación de la Universidad de Stirling en Escocia, el Instituto Max Planck y la Universidad de Tubinga en Alemania, pudieron responder algunas de las interrogantes como el lugar y fecha de origen.
Algo que fue posible mediante el análisis de muestras de ADN obtenidas de los dientes de distintos esqueletos provenientes del cementerio de Kirguistán, una zona elegida por un aumento significativo de entierros entre 1338 y 1339.
Gracias a una secuencia de ADN de siete esqueletos, las y los investigadores, dirigidos por la doctora Maria Spyrou, encontraron en tres de ellos la bacteria de la peste, por lo que determinaron que esta terrible enfermedad se originó en Asia central, en la región de Kirguistán en el año 1330. Estos resultados fueron publicados en la revista científica Nature por la valiosa información que aportan.
Para leer la nota completa puedes acceder al siguiente enlace: