¿Quieres un cerebro sano? ¡Haz ejercicio!





En la actualidad se habla mucho de la relación de la actividad física con el buen funcionamiento cognitivo, asociando, por ejemplo, el ejercicio con un mejor rendimiento académico entre niños y niñas, y entre adultos con la mejora de la memoria, atención y aprendizaje, así como con la reducción del riesgo a desarrollar Alzheimer y aliviar síntomas de ansiedad y depresión.

No obstante, desde hace algunas décadas diversos grupos de científicas y científicos han investigado la relación entre la salud y el funcionamiento cerebral con la actividad física; sin embargo, la primera investigación en explicar cómo el ejercicio beneficiaba al cerebro por la producción de hormonas y moléculas (llamadas mioquinas) fue publicada hace 25 años por el doctor Henriette van Praag del Instituto Salk de Estudios Biológicos de California.

En sus trabajos estudiaba cerebros de ratones adultos y comparaba a un grupo de estos roedores que pasaba tiempo en la rueda de correr con otro que no lo hacía; los resultados demostraron que el ejercicio inducía el surgimiento de nuevas neuronas y neurogénesis, algo que a su vez mejoraba la memoria espacial y el aprendizaje.

Más adelante, en 2012 el científico Bruce Spiegelman, un biólogo celular del Instituto Oncológico Dana-Farber y de la Facultad de Medicina de Harvard, estudiaba una proteína llamada PCG1-alfa que regula el metabolismo del cuerpo y descubrió, junto con sus colegas, la irisina, una mioquina producida por los músculos ejercitados que se encarga de convertir la grasa blanca (que acumula calorías) en grasa beige (que quema calorías).

Retomando esta última investigación, la científica postdoctoral Christiane Wrann demostró que los músculos, al liberar irisina, aumentaban a su vez los niveles de la proteína llamada Factor neurotrófico derivado del cerebro (BDNF) en el hipocampo, una de las principales áreas afectadas con la aparición de las enfermedades neurovegetativas. El aumento de la BDNF en esta región promueve el crecimiento de neuronas y la sinapsis al ayudarlas a madurar y mejorar la plasticidad sináptica, lo que favorece la salud.

Wrann y su equipo científico también realizaron pruebas con ratones en donde comparaban grupos de roedores modificados genéticamente para no producir irisina frente a un grupo que la producía con normalidad, ambos se pusieron a prueba con ejercicios en donde se mostró que aunque todos produjeron neuronas, el grupo que no generaba irisina no mejoró sus habilidades cognitivas, ya que sus neuronas eran anormales y no eran capaces de formar conexiones. Asimismo, demostró que la irisina posee un papel importante contra la neurodegeneración como alzheimer.

Según explican, estos resultados pueden ser aplicables en humanos, dado a que la estructura de la irisina es exactamente igual, tanto en humanos como en ratones. Además, han demostrado en humanos altos niveles de irisina en la sangre después de la actividad física; de igual manera, verificaron en un análisis post mortem que los cerebros de pacientes con Alzheimer tenían una reducción del 70% de la molécula precursora de la irisina, en comparación con las cantidades establecidas para esa edad, por lo que se especula que es un neuroprotector.

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https://www.nationalgeographic.es/ciencia/2022/06/por-que-el-ejercicio-fisico-es-clave-para-la-salud-de-nuestro-cerebro